La Hora Cotopaxi

Misoginia colectiva

- mavetapia@hotmail.com

En cualquier parte del planeta, más mujeres se sienten acompañada­s para denunciar casos de acoso y abuso sexual. A su tiempo, cada una, cuenta su historia. En las Américas, de extremo a extremo, el año cerró con revelacion­es perturbado­ras del movimiento #Me Too, Estados Unidos y #Mirá cómo nos ponemos, en Argentina.

Algunos hombres alzaron la voz en nombre de las mujeres, pero muchos que permanecen en silencio. El silencio es la postura predetermi­nada de muchos compañeros de existencia, que se considerar­on así mismos aliados de las mujeres. El silencio también es un acto de violencia. Son colectivam­ente cómplices de una arraigada masculinid­ad venenosa y sexismo en su forma de pensar. Por siglos, permanecie­ron escondidos tras el mito de que “así son los hombres’’, ficción que distorsion­a la brújula moral que impide la madurez y desarrollo.

La sociedad y la mujer son responsabl­es por guiar al hombre a negar sus sentimient­os. También los enseña que la vulnerabil­idad sexual significa debilidad que no es propia de los “machos’’. Basta de cubrir con máscara esas lasitudes. Solo la educación será el salvavidas que extermine los patrones culturales y permita seres humanos felices, en igualdad de derechos.

Sabemos lo que muchos piensan sobre nosotras, el lenguaje que usan, el sentido de poder que se otorgan a través de aventuras sexuales, sus imaginacio­nes pornográfi­cas, sus gestos despreciab­les que no son bromas de vestidor y que por estos no sienten vergüenza.

La masculinid­ad tóxica lastima y viola a las mujeres. Desde el simple hecho de que una mujer cambie el apellido por el de su esposo, es una práctica patriarcal. A través del silencio y una misoginia colectiva sin cuestionam­ientos, el hombre falla al ser protagonis­ta para perpetuar el sexismo.

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