Lecciones de vida
De lo que recuerdo, en mis más de 50 años de vida, medio siglo, jamás pasamos por una situación tan dramática, especial, dura, compleja, como el COVID-19, como ha sido denominada la pandemia que azota al mundo. Nos toca enfrentarla en un momento crítico para todos, porque vivimos en la era de la tecnología, de las comunicaciones virtuales, rápidas, inmediatas, incontrolables, con un debilitamiento, además, de todos los sistemas políticos y económicos, en una competencia demencial por la hegemonía del capitalismo, con una ausencia de liderazgo internacional y local, que no posibilita confianza, seguridad ni identidad de los pueblos.
Ya habrá momento de análisis y pronunciamientos, lo que es necesario este instante es señalar las grandes lecciones de vida que nos deja este diminuto virus, pero enorme en su incidencia: Más allá del romanticismo y sentimentalismo, propios del ser humano, lo esencial es lo práctico. Habíamos descuidado el tiempo para la familia, el hogar, y hoy obligados volvemos a mirar esos espacios como los más importantes, los más seguros, los más bonitos. Creemos que todo se consigue con el dinero, y hoy nos damos cuenta que hay cosas más valiosas que el vil metal. Hacemos nuestro trabajo como rutina, subsistencia y hasta tedio, y hoy valoramos el servicio, la utilidad que comporta. Nos llenamos la boca hablando de derechos, pero hoy recién vemos lo indispensable que son salud, educación y justicia, para el equilibrio y desarrollo armónico de los países. Somos ególatras, vanidosos, codiciosos, egoístas, adoramos lo material, y hoy volvemos a la figura del Dios bombero, que viene a apagar las llamas de la desesperación, cuando debería ser nuestra luz diaria, por medio de la oración y el buen corazón.
En fin, tarde o temprano saldremos de esto. Ojalá fortalecidos en alma y espíritu. Bendiciones.
Ante la pandemia mundial que hoy en día estamos atravesando por el covid-19 y que muchos países, incluido el nuestro, han cerrado sus fronteras, el ser humano se está dando cuenta lo vulnerable que es ante estas vicisitudes y con ello la famosa frase “el ser humano es el mayor discriminador de especies” queda anulada porque ahora la humanidad es la discriminada, porque no podemos salir de nuestras casas, porque se convirtió en nuestra frontera y esta no distingue ningún tipo de edad, sexo, color de piel y mucho menos condición social; y todo esto sucedió de un momento al otro, haciéndonos parar nuestras actividad habituales de manera impensada, ¿tal vez será para poder observar el tiempo que hemos perdido transformando en dinero sin observar lo valioso que es nuestro propio entorno? o simplemente para preguntarnos ¿cómo usar nuestro tiempo sin un bien especificó?
Esta paralización debe hacernos reflexionar en nuestro entorno familiar, volver a ponerse los padres junto con los hijos y volver a creer en la familia.
Vivimos en una época de comunicación pero sin comunicarnos con los nuestros sino con cualquier otra persona pero y ¿los míos? cuántas veces a la semana le escribo a mis padres o hermanos solamente para preguntarles ¿cómo están? O acaso cuando nos llaman nos molestamos porque estamos viviendo nuestra vida sin darnos cuenta que ellos forman parte fundamental de la nuestra, este virus nos está quitando el verdadero contacto físico con todos.
Llegó para ponernos un ALTO y repensar en las verdaderas cosas que no tienen costo alguno y que hemos dado por sentado que vamos a tenerlo por siempre porque nos hemos olvidado que el planeta lleva girando miles de millones de años y no necesita de nosotros, sin embargo, nosotros sí necesitamos de él.