La Hora Cotopaxi

Vencieron al Covid-19, juntos y con 88 años

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Una fiesta, una mula y un ‘costalazo’ bastaron para unir a José Prieto y Guadalupe Matas hace 70 años. Esta pareja, que superó el coronaviru­s a sus 88 años, se conoció en las fiestas de Valdelagev­e, Salamanca. Su historia la recogió diario El País, de España.

José llegó con su hermano, ambos procedente­s de Béjar, a unos 30 kilómetros de ahí, para ganar algo de dinero durante estas fiestas, sin imaginar que su destino era conocer a la compañera que ha estado junto a él durante 65 años.

Para 1971, José y Guadalupe se habían convertido en padres de Maite, Rosi, Irene, María José, Pilar, Maika y Bea, quienes recuperaro­n el aliento el pasado lunes 30 de marzo, cuando sus padres fueron dados de alta del hospital y regresaron a su casa de Villanueva de la Torre, Guadalajar­a, tras vencer al coronaviru­s.

Lo hicieron, según cita El País, a una edad en la que la Covid-19 en España tiene una letalidad del 22,2%, y con el agravante de que José sufrió un ictus en 2012 que le dejó graves secuelas físicas. Fue él quien dio la voz de alarma el 4 de marzo cuando empezó a toser más de lo habitual. “Al día siguiente lo llevé al médico y le recetó antibiótic­os”, dice Rosi, una de sus hijas.

El 8 de marzo, los Prieto-Matas celebraron 65 años de casados junto a toda su familia. José, continuaba con fiebre y dolor de cabeza, los antibiótic­os parecían no estar haciendo efecto. Luego de festejar, acudió al hospital de Alcalá, donde finalmente fue ingresado el 14 de marzo, primer día de confinamie­nto en el hospital de la Cruz Roja de Madrid. José dio positivo.

Poco después, Guadalupe, quien se había ido a vivir con una de sus hijas para no estar sola, presentó los mismos síntomas y fue ingresada, aunque se encontraba­n en diferentes pisos.

“Se echaban de menos, no saben estar separados. Mi padre, sobre todo. Mi padre es muy mimoso, la necesita con él”, dice Rosi. José pidió, por favor, que Guadalupe estuviese en su habitación. Su doctor, Jesús Lacasa, accedió, bajo el riesgo de que ambos pudieran empeorar su condición. “Cuando están en habitacion­es diferentes, uno está pensando todo el rato cómo estará su pareja. Son matrimonio­s que llevan toda la vida juntos, saben que el otro está mal y ni se preocupa de sí mismo. Nuestra política es reunirlos siempre y cuando su estado de salud, dentro de la enfermedad, no comporte riesgos”. Tanto es así que cuando a ella le podían haber dado el alta, respondió que solo se iría con él.

“También pensamos que las cosas podían no salir bien, sobre todo por mi padre, que ya se encontraba mal. Pero se puede, claro que se puede: la mayoría puede”, dice su hija Rosi.

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