No seremos los mismos
Colectivamente estamos en contra con las conductas irresponsables que contribuyen a la propagación del virus; estamos movilizados contra la desesperanza que alienta el avance de la enfermedad y, sobre todo, las pérdidas de vidas de nuestros seres queridos y de otras personas que luchan por salvarnos de la enfermedad y la seguridad de la población; estamos en orden de batalla para limitar la movilidad de la población y aplanar esa perversa curva que arroja cifras desconcertantes.
Estamos en combate, pero no solo contra el COVID-19. Cada uno de nosotros libra una batalla para evitar contagiarse y contagiar o para curarse si el patógeno nos ha infectado.
Estamos en guerra, pero no solo contra un virus de alta letalidad por su facilidad de contagio, sino contra la resignación de ver cómo nuestros adultos mayores afrontan angustiados el riesgo de que el virus incline fatalmente la carga de morbilidad; estamos viendo como las casas de acogida de adultos mayores, lugares abruptamente arrancados al olvido, se convierten en ataúdes sociales; imaginémonos la angustia, el miedo y la desesperación que puede difundirse en una residencia cuando se registran y se conocen casos de coronavirus y todos sus mayores quedan aislados, sus lazos con el exterior, a menudo ya escasos, rotos por el confinamiento.
Estamos desconfiados con los gobernantes y los no gobernantes que, en vez de concentrarse en lo importante, se enardecen en controversias partidistas que están muy lejos del espíritu de unidad que reclama la población.
Estamos en pie de lucha contra muchos virus. Cuando la enfermedad nos dé tregua ya no seremos los mismos. Y si no seremos los mismos, no tendrá sentido que volvamos a hacer lo mismo.
Siempre existirá magia en las palabras, cualquiera sean: su raíz, etimología, pertinencia, simbolismo o grafía; nada menos particular confiar en esos pequeños privilegios que pocos humanos podemos disfrutar: la lectura.
Aristóteles nos legó un códice o cuaderno de reflexiones “sobre la poética” una aproximación fundamental de que la estética, lo bello, nos acerca a la comprensión y concatenación del mundo, sin duda alguna eso lo argumentan los géneros que de esta se desprenden, el drama que en definitiva será el simiente de lo épico, también están la comedia.
En tiempos modernos y más aún en pleno apogeo del avance tecnológico, el homenaje que resta por hacer para celebrar la lectura como acción del libro, es acercarnos a ese objeto trascendental en el tiempo, antes incluso de Gutenberg, o los escribas o copistas, o los traductores, que generosamente empeñaron sus trabajos para que el conocimiento llegue a nuestras manos a través del libro.
Celebramos el Día del Libro, la rosa y la lectura, estos días de cuarentena obligada han demandado un cambio radical, que sorpresivamente coincide con esos brotes espontáneos de menos polución, habitad marinos volviendo a su cauce, animales deambulando por sectores donde los humanos hemos sido los dueños y amos; los libros brotan y nacen en los anaqueles, estantes, muebles, mesas o repisas, acomodados al impulso de que nos adentremos en sus páginas para vincularnos y devolvernos el privilegio de la imaginación y la inteligencia.
Me preguntaron ¿qué sería aconsejable para que los niños se acerquen como hábito a la lectura? Sólo se me ha ocurrido replicar lo que a mí en aquella patria hacían: leerme como un susurro y recostarme boca abajo para imaginarme todo aquello que del libro salía en mundos, en belleza, y ahora lo sé de cierto: en libertad.
El 22 de abril se celebra el día Internacional de la Madre Tierra, declarada por las Naciones Unidas, por el que se busca que tomamos conciencia sobre los problemas de contaminación, la conservación de la biodiversidad, pues es claro que debemos respetar la naturaleza, ya que es la que nos entrega todo lo que tenemos, y no somos agradecidos.
La pandemia nos ha dado una gran lección, pues al estar los humanos metidos en casa, vemos como la Madre Tierra, está mejorando, hay noticias importantes que el hueco en la capa de ozono se está regenerando, los animales silvestres están caminando por sitios que eran casi imposibles, que estaban dominados por los humanos.
Hemos dado un respiro a la tierra, lo cual es adecuado y correcto, sin embargo, debemos establecer que no lo hicimos porque lo quisimos, sino que fuimos obligados al perecer por la misma naturaleza, pues si dependía de nosotros nunca nos habríamos tomado ese descanso, nos hemos metido en una rutina consumista en la cual es muy importante seguir produciendo en serie para seguir generando recursos que lamentablemente va a un grupo reducido de personas a nivel mundial, existe una estadística que el 1% de la población, tiene más recursos que el 99%, lo cual es injusto, y quiere decir que tenemos un grave problema en orden mundial, pues el sistema no está funcionando, y estamos acabándonos los recursos del planeta en beneficio de un pequeño grupo, por lo cual debemos revisar todo lo que estamos haciendo.
Festejemos este día de la naturaleza, que ha tenido el mejor de sus días en décadas, entendamos la enseñanza y mejoremos nuestros hábitos de vida, que son los que le están costando mucho al planeta, depende de nosotros el cambio, debemos considerar el calentamiento global, pues de lo contrario, esta cuarentena será solo un simulacro, para algo más grave.