La Hora Esmeraldas

Los priostes se resisten a dejar morir las fiestas

En el Chota, en Imbabura, varias familias de un mismo núcleo mantienen la tradición por fe y cultura. Tiempo y dinero

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Para realizar la fiesta al santo o a la Virgen se requiere que alguien desee hacerla con ‘todas las de ley’, que asuma responsabi­lidad espiritual, cultural y personal para mantener la tradición. Debe ser un mandato que se asume en el interior, desde la devoción y la fe, desde el deseo de ser guardián de la memoria.

Un ejemplo de este compromiso es Plutarco Chalá, de aproximada­mente 50 años, prioste de la fiesta de la Virgen de las Nieves, que se lleva a cabo la segunda semana de agosto de cada año en El Chota (Imbabura), de donde es oriundo.

Su testimonio es recogido en el libro ‘El santoral católico afroecuato­riano’, escrito por John Antón Sánchez. En este manifiesta que la tarea no es fácil, sobre todo por el tema económico, pero que la responsabi­lidad la comparte con un grupo de priostes o fiesteros que solidaria y parentalme­nte se agrupan para la celebració­n.

Toda la familia

Chalá menciona que el mandato de la fiesta lo asumió en 1981, cuando aún era colegial y en el tiempo en que un grupo de jóvenes se interesaro­n por mantener este tipo de costumbres. Luego hubo desinterés y abandono por algunos años. Las conmemorac­iones han tenido épocas de decadencia, quizá por cuestiones económicas; sin embargo, la familia de don Plutarco se ha empeñado en hacer actividade­s para recaudar el presupuest­o y financiar la celebració­n.

En 2010 retomó la tradición, pero esta vez como grupo familiar. “Cuando Plutarco habla del grupo familiar, introduce un aspecto importante en la festividad, pues es necesario que el tronco parental se constituya en la base fundamenta­l para toda la fiesta”, escribe Antón Sánchez en su libro.

Son los Chalá Muñoz, Muñoz Lara, Muñoz Carcelén… “todo Muñoz mezclados con otras familias”, según don Plutarco, las que quieren mantener la tradición cultural de la celebració­n, por fe y el arraigamie­nto de la tradición.

Úrsula Pavón, la pionera

La fiesta a la virgen de las Nieves habría comenzado hace más de 100 años, por iniciativa de Úrsula °

Preparar la fiesta les lleva unos seis meses antes de la realizació­n de la misma y, para que todo salga bien, los priostes se dividen en grupos.

Cada conjunto tiene una tarea específica para hacer el escenario donde se presentará­n los músicos, vigilar la construcci­ón de la plaza de toros, ocuparse de las instalacio­nes eléctricas, contratar los grupos musicales y la banda y el arreglo de la iglesia, coordinar la misa con el padre y organizar la procesión.

Alrededor de la conmemorac­ión se mezcla un sentido de tradición y religión muy fuerte, también una cuestión cultural determinan­te, pues se convoca a la comunidad.

Pavón, abuela de Zoila Espinoza Chalá, una de las priostes.

Según relata don Plutarco, la señora Úrsula había quedado prendada de la imagen de la virgen que llevaban unos viajeros, a quienes dio posada en su casa de El Chota.

Como no pudo comprar esa imagen, ‘limosneó’ (recogió dinero en el pueblo) y compró una igual en San Antonio de Ibarra y comenzó la tradición.

En la actualidad, la fiesta se lleva a cabo mediante autogestió­n de los priostes para reunir el presupuest­o que es de varios miles de dólares. Organizan eventos de belleza, culturales y de diversión, como corridas de toros, en los que se cobra la entrada y también cada familia prioste aporta con los castillos. Además de juegos pirotécnic­os, música o lo que esté a su alcance.

Entonces ya no acuden al apoyo de la comunidad, como hacían antes los priostes, que iban de casa en casa recolectan­do dinero para cubrir los gastos.

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DETALLES. Los priostes organizan la iglesia del Chota antes de la celebració­n religiosa. (Foto: libro El santoral católico afroecuato­riano)
 ??  ?? PREPARACIÓ­N. En la casa de la familia Chalá Lara se arreglan las flores compradas para la conmemorac­ión. (Foto: libro El santoral católico afroecuato­riano)
PREPARACIÓ­N. En la casa de la familia Chalá Lara se arreglan las flores compradas para la conmemorac­ión. (Foto: libro El santoral católico afroecuato­riano)

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