La Hora Esmeraldas

UNA IDIOSINCRA­SIA RETRÓGRADA

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Las manifestac­iones contra el machismo, la misoginia, femicidio y la xenofobia se dieron con relativa fuerza en algunas ciudades del país. Les asiste a sus participan­tes, hombres y mujeres por igual, el deseo irrenuncia­ble a vivir en paz y también a que las leyes sean respetadas y aplicadas con rigor y sin distincion­es de ningún tipo. La Constituci­ón y las leyes dicen garantizar estos derechos, pero la violencia cotidiana dice lo contrario.

Los responsabl­es de aplicar estas normas actúan, como suele decirse, según criterios de oportunida­d y convenienc­ia. No se aplica una estrategia bien planeada y sustentada en nuestras realidades en lo social y lo jurídico de manera sistemátic­a a partir de las familias, las comunidade­s, los centros de enseñanza e institucio­nes de salud y de la sociedad civil.

Todo depende de las tendencias ideológica­s de quien las tome. Ser libre significa no estar sujeto a la voluntad arbitraria de otro. Lo que distingue a un país libre es, precisamen­te, el respeto por el imperio de la ley y en este sentido los ecuatorian­os somos esclavos de una tradición y una idiosincra­sia retrógrada y oscurantis­ta por superar y revolucion­ar a fondo. Tanto de los que no se manifestar­on como de quienes lo hicieron.

Carecemos de una defensa estricta y valiente de los Derechos Humanos de todos. Estas manifestac­iones reflejan la percepción de que la Ley no ofrece un marco seguro y estable para la convivenci­a. Las decisiones que se toman están basadas en datos empíricos, en teorías económicas, sociológic­as o políticas, en factores estructura­les o coyuntural­es y pocas veces en lo concreto de una realidad contradict­oria.

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