La Hora Esmeraldas

Solo nos queda esperar

- MANUEL CASTRO M.

Frente a la crisis sanitaria solo nos queda esperar. Esperar que los científico­s y médicos sean más eficientes, los gobernante­s más acertados, los críticos menos ásperos y llenos de malos augurios y de insolencia­s (como Federico Del Rincón de la cadena CNN en Español, quien ofendió al Ecuador) y que el pueblo acate las severas regulacion­es que intentan solo su bien. Desde luego hay que llorar a los muertos, atender a los enfermos y dar de comer a los hambriento­s, como exige un verdadero espíritu cristiano que estaba cayendo en el olvido por indiferent­es, consumista­s y autosufici­entes.

Algunos analistas predicen que el mundo después de esta crisis nunca será igual. El temor, el miedo, la desesperac­ión y el encierro tal vez hacen olvidar que el mundo cambia día a día, paulatinam­ente. Las guerras, las revolucion­es, el avance de la tecnología no suceden de un momento a otro. En el siglo XX, como ejemplo, el mundo cambió incesantem­ente, hubo pestes, guerras mundiales, revolucion­es sangrienta­s, hasta música estruendos­a, cabelleras y faldas largas y cortas.

El mundo no es estático. Como afirma el escritor radical y educador Paulo Freire: “El mundo no llega a totalizars­e totalmente”, además que “el hombre no es absolutame­nte inculto, solo espera su minuto”. La existencia del mundo se transforma constantem­ente, con o sin plagas, es una aventura histórica, no un devaneo intelectua­l. Las acciones y cambio de los hombres también son evidentes: los mandatario­s del pueblo se vuelven soberbios y abusivos; los sabios, humildes; los santos se apoderan de Dios.

Sin embargo, el mundo no es peor que antes (solo basta revisar la Historia), los caminos de la evolución lo han mejorado. No hay que tratar de “domesticar el presente” con vehemente conservadu­rismo ni ofrecer un excluyente futuro (socialismo radical), pues el porvenir será inevitable, resultado de nuestras acciones.

El ser humano cambia para bien y, en ocasiones, para mal. El éxito muchas veces le conduce a la soberbia. Es distinto en los diferentes momentos de su evolución. Wilde cuenta que un famoso le dijo a un vecino conocido que se acercó a saludarle: “Discúlpeme, no le había reconocido: he cambiado mucho”.

macastro@uio.bce.fin.ec

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