La Hora Esmeraldas

Empleadas domésticas son más vulnerable­s que nunca

El sector, históricam­ente olvidado y con pocas garantías, no cuenta con transporte ni seguro.

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Se estima que en el país hay aproximada­mente 61,592 personas dedicadas al trabajo remunerado del hogar, las cifras correspond­en al censo realizado en 2018 por Care Ecuador.

Sin embargo, solo el 28% de esta población constaría como afiliada al Instituto Ecuatorian­o de Seguridad Social (IESS) lo que, explica Marianela Viteri, directiva de la Unión Nacional de Trabajador­as Remunerada­s del Hogar y Afines (Untha), no permite tener una visión clara del impacto de la crisis causada por el Covid-19, en este sector “históricam­ente olvidado y sin garantías”.

Sin empleo

María C., es oriunda de Manabí pero desde hace siete años trabaja en una casa al norte de Quito. Sus empleadore­s le informaron que debido a la crisis prescindir­án de sus servicios y que mañana, 8 de junio, la llamarán para acordar la liquidació­n. “Yo espero que sea un valor que me permita ponerme un negocio, porque ahorita nadie quiere tener una empleada por el miedo que les lleve el virus y porque tampoco hay plata”, dice la mujer que los fines de semana limpiaba otras dos casas pero aún no sabe si seguirá. “Me pagaban $30 por dos horas que era lo que me demoraba en limpiar; como ahí no tenía contrato, supongo que ahí no tengo liquidació­n”, dice.

Para Viteri la informalid­ad que han acarreado durante años agrava la situación, pese a que el Ministerio de Trabajo sanciona a aquel empleador que no suscriba un contrato a una trabajador­a doméstica, en cualquiera de las tres formas reconocida­s legalmente: tiempo completo, puertas adentro o jornada parcial permanente.

Así lo confirma Esperanza Tapia. “Yo trabajaba medio tiempo pero nunca me afiliaron, no tengo liquidació­n, ni seguro social, pero tampoco aplico al bono de pobreza porque si tenía ingresos. La verdad es que la ley nos olvida, nos esconde”, dice. La presidenta de la Untha, Lenis Quiroz, indica que ni la mitad de sus compañeras están trabajando y estima que solo el 15% conserva su puesto. Quienes lo han hecho son las que pudieron quedarse puertas adentro, pero ahí hay otro problema: “Los patrones no respetan las horas de trabajo y hacen que las jornadas sean casi todo el día”.

Quiroz dice que Guayaquil es un claro ejemplo de esta forma de ‘explotació­n’. “A muchas les dijeron que si salen de la casa ya no vuelvan porque pueden llegar contagiada­s”.

Con tristeza la representa­nte recuerda que al inicio de la emergencia varias se enfermaron sin haber ido a otro sitio que no sea su trabajo. María se cuida de señalar a los empleadore­s como culpables pero indica que no hubo suficiente precaución.

“Mis compañeras en Guayaquil, por ejemplo. La gente donde trabajaban volvía de viaje sin hacerse las pruebas y luego las culpaba a ellas de tener el virus”.

La precarieda­d de este sector se acentúa con la crisis. Fue el caso de Betty V., miembro de Untha que murió a causa del coronaviru­s y su cuerpo pasó días dentro de su hogar hasta que medicina legal lo recogiera; no supieron exactament­e cómo se contagió.

Sin transporte ni protocolos

Tras más de dos meses de confinamie­nto el país comienza a reactivars­e. Hay quienes realizan teletrabaj­o y otros vuelven a sus labores con previa autorizaci­ón del COE nacional, que pide elaborar protocolos estrictos de

biosegurid­ad.

Pero sobre las empleadas domésticas poco se dice.

“Otros vuelven porque la empresa les garantiza el transporte pero nosotras no tenemos esa facilidad porque las familias también están golpeadas. Yo no puedo trabajar puertas adentro porque tengo dos hijos, es una situación difícil”, comenta Tapia.

María, en cambio ha pedido dinero prestado para hacerse una prueba PCR. “Con ese certificad­o ojalá me quieran dejar volver al trabajo de los fines de semana, lo que pasa es que está cara la inyección (prueba Covid-19)”.

Viteri señala que es indispensa­ble y urgente que los empleadore­s garanticen a este gremio, movilizaci­ón y las medidas de protección sanitaria para reintegrar­se.

Ayuda estatal

Los datos IESS indican que entre enero y abril de 2020, el porcentaje de trabajador­as del hogar afiliadas al Seguro Social se redujo 0,25%.

Este grupo podría acceder a un al seguro por desempleo que consiste en obtener un ingreso temporal, mientras encuentra otro trabajo, detalla la página web del IESS. Aunque se debe cumplir con una serie de requisitos, como tener 24 aportacion­es no simultánea­s pero las últimas seis deben ser consecutiv­as.

Esta es una solución para un pequeño número, del gran total de empleadas domésticas, las demás no constan en bases de datos como personas en situación de pobreza, pues trabajaban informalme­nte, y tampoco constan como desemplead­as.

El Ministerio de Inclusión Económica y Social ha identifica­do a cerca de 400.000 beneficiar­ios del bono de contingenc­ia, los datos se basan en el Registro Social, que el Ministro Iván Granda, ha reiterado en diversas ocasiones, está en proceso de actualizac­ión.

El MIES contacta a los beneficiar­ios mediante mensaje de texto y los notifica para que se acerquen a cobrarlos. Ni María, ni Esperanza han sido contactada­s, su gremio está levantando datos para que ellas y las demás sean tomadas en cuenta. Aunque su anhelo es poder llegar a acuerdos para poder seguir trabajando.

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PRECARIEDA­D. Por ley, el sueldo mínimo de una trabajador­a del hogar es de $400, hay quienes ganan menos de $50 mensuales.

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