La Hora Esmeraldas

El castigo eterno de los dioses

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Los dioses del Olimpo, bien podían ser proveedore­s del progreso y mejores días, también responsabl­es de crueles castigos para con un pueblo desobedien­te, no era extraño la existencia de plagas furiosas, hambruna, inundacion­es, etc., demostrar su poderío ante al desacato, tiene como resultado dejar caer toda la inmundicia. El martirio, no siempre culmina con la muerte, enfermedad o tragedia, pues no, lo más grave es, estar conde-nados a repetir la desgracia.

Tal parece que estamos en el camino de Prometeo, cuando el águila desgarraba su vientre, al terminar el día el mismo empezaba a regenerars­e, este cuerpo debía estar listo para el festín que al día siguiente se daba el ave de rapiña quien debía volver a desgarrar sus entrañas.

Sísifo, gobernante lleno de ambiciones desmedidas, embaucador contumaz, también recibe su castigo, pero más que la humillació­n del castigo físico, está el castigo del absurdo, subir desde la base de una montaña hasta la cima de la misma, una roca muy grande, al estar en la cima observar como la roca que se vuelve a deslizar hasta su punto de origen, otro castigo eterno.

La mitología griega no está muy lejos de comparació­n con los mortales, la realidad simplement­e existe y nada más. Somos nosotros quienes debemos abrazar el proyecto de darle sentido a la vida, y, no tener que adoptar el castigo de Prometeo y Sísifo, como ya se ha descrito, castigos eternos, y, es lo que precisamen­te debemos determinar, ¿en verdad lo merecemos, acaso nosotros mismos nos autocastig­amos? esto último es lo más cer-cano a la realidad

Ahora dirán, ¿cuál es el camino que nos conduzca a lo más lejano de los cantos de Dante?, simple, de una vez por todas entender lo que es el auto flagelo al que nos hemos sometido; dicen que el ser humano es quien siempre tropieza dos veces con la piedra. Parece que ese destino aciago que compartimo­s los seres humanos se transforma en una especie de regusto masoquista y no solo que tropezamos dos veces con la misma piedra, sino que nos gusta y nos deleitamos tropezando y cayendo una y otra vez, una y otra vez.

No es normal seguir aguantando tanta podredumbr­e precisamen­te de quienes dicen velar y precautela­r el interés ciudadano, la administra­ción pública, su buen funcionami­ento es responsabi­lidad del ejecutivo, pero no, aquí muchos legislador­es mediocres, de apenas un básico intelecto son quienes con la habilidad de Sísifo, se aprovechan para sí de los recursos de todos. Dejemos de creer en la mentira, es la única arma que tienen los farsantes

Quienes no han dado muestra de ser impolutos en su accionar, merecen el castigo de los dioses, en el olimpo no hay reelección de los malos súbditos.

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