Vivir es un sueño
Tras una década de dictaduras, el Ecuador, en 1979 volvió a un régimen constitucional. Varios partidos políticos, con aparentes sólidos principios doctrinarios buscaron la presidencia de la República para aplicarlos en el país, anteponiéndose a movimientos y partidos populistas. Triunfó una fórmula mixta: el populista CFP, en fórmula con la Democracia Cristiana. Luego, otros presidentes, también formaron parte de estos partidos doctrinarios hasta la llegada del partido roldocista ecuatoriano. A partir del asalto al poder del bailarín mayor y ladrón de la democracia, el Ecuador cayó en manos de presidentes considerados Outsiders, es decir, sin ideología, amparados únicamente en posturas que en su momento seducían a los electores.
Durante los primeros 10 años de esta etapa, el mundo seguía sumergido en la llamada “Guerra Fría” que ponía frente a frente a dos formas distintas de mirar la política: el capitalismo o mundo liberal, con Estados Unidos a la cabeza; y, un socialismo oscuro que estaba representado por la desaparecida Unión Soviética.
Tras la caída del muro de Berlín, parecía que el socialismo desaparecería de la faz de la tierra. De pronto, a inicios del siglo XXI, surgieron en América Latina ideas socialistas aparentemente modernizadas a disputar el poder, pero por medios democráticos: elecciones libres y sin pronunciar discursos en los que la violencia y la opresión aparecieran. ¿Qué sucedió? Los partidos doctrinarios y los populistas sin doctrina no habían resuelto ninguno de los problemas que aquejaban a los pueblos y más bien, las recetas económicas del FMI y del BM, habían empobrecido aún más las arcas de las repúblicas.
Los socialistas del siglo XXI, en el inicio de sus gestiones apelaron al nacionalismo, a la recuperación de la dignidad, y como los precios de los productos primarios se elevaron hasta las nubes, estos gobiernos realizaron una muy publicitada obra pública que encandiló a los ciudadanos.
Pasada la borrachera de los precios elevados, estos gobiernos vieron caer su popularidad y la resaca envolvió a los pueblos.
La corrupción asomó la cabeza y descontroló a las masas; gobernantes acusados de actos inmorales debieron enfrentar a la justicia y, en ciertos casos, ser encerrados en una celda, o en otros, huir de sus países.