La Hora Imbabura

Ibarra recuerda su retorno de los escombros

Cada 28 de abril, la capital imbabureña celebra prácticame­nte su segunda fundación, tras el terremoto que la dejó devastada.

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Cada 28 de abril en la capital imbabureña se conmemora prácticame­nte su segunda fundación, tras quedar en las ruinas, como lo muestra este dibujo de Riou, que retrata la catedral tras el terremoto de 1868. Cuatro años después, la ciudad renació hasta convertirs­e en lo que es hoy.

IBARRA • La historia reconoce a Ibarra, desde hace 148 años, como una ciudad que pudo renacer de los escombros, tras vivir uno de los peores capítulos de su historia.

Seis días antes de la fecha señalada para dar la nueva bendición a Ibarra, el Ministerio de Estado en el Despacho del Interior expedía la orden para que se trasladen todas las oficinas públicas, agradecien­do, además, el interés por la reedificac­ión de la nueva ciudad.

En el texto de Cristóbal Tobar Subía, titulado ‘Monografía de Ibarra’, se menciona que el 28 de abril es el complement­o del 22; “es como la fecha de bautizo de una persona respecto de la del nacimiento. Ibarra, cual ave fénix, surgió pagana el 22 de abril de 1872 y nuestros padres le pusieron bajo el manto de la Virgen de las Mercedes, el 28 del mismos mes”.

Precisamen­te, un 28 de abril, hace 148 años, Mariano Acosta daba un discurso en la misa de acción de gracias anunciada para bendecir Ibarra, donde dijo: “La iglesia, solícita madre, sale al encuentro del tierno niño que viene a sus puertas a pedir el sagrado baño del bautismo, y antes de abrigarle en su seno sopla sobre su rostro en señal de librarle del poder del demonio en que ha nacido por el pecado original; signa a sus creyentes con el Sagrado Crisma en señal del sello indeleble que imprime sus almas”.

Según Tobar Subía, hasta el 22 de abril, Ibarra era de hecho simple parroquia regida por un Teniente, pero desde esa fecha recuperó su calidad de capital de Imbabura y cabecera del cantón; “no porque esos títulos los hubiese perdido legalmente, sino porque solo desde entonces era en verdad lo que fue y lo que estaba llamada a ser en la realidad de la vida”.

Terremoto

La víspera del 16 de agosto de 1868, a las dos de la tarde y a las siete de la noche, se sintieron fuertes temblores; pero pasadas las primeras impresione­s de terror, Ibarra continuó tranquila y confiando en el Ángel Tutelar de la ciudad, que había defendido por más de dos centurias, describe Tobar Subía en su texto, que data de 1929, en su primera edición.

“En los inescrutab­les designios de la Providenci­a Divina había llegado el instante de una gran tribulació­n; el Ángel del dolor extendió sus alas, e Imbabura, la preciada esmeralda de la corona de la Patria, yacía entre escombros: a la una de la madrugada de ese día de infausto recuerdo, formidable conmoción del suelo derribó casi todo los edificios de Ibarra y los otros pueblos de Imbabura, con tal fuerza y violencia que sus moradores quedaron sepultados y una gran parte, de quince a veinte mil, fueron víctimas inmediatas o posteriore­s”, relata.

Miguel Egas escribía, el 22 de agosto de 1868: “La provincia de Imbabura ha sido sacudida por el brazo del Omnipotent­e: toda ella está cruzada de aberturas, y es el teatro de escenas deplorable­s. En fin todo es llanto y desolación, desnudez y hambre, un campo de batalla que aún arroja metralla sobre los heridos que claman misericord­ia, no sería sino un cuadro descolorid­o”.

Los doctores Antonio Ribadeneir­a y Roberto Sierra, que con el Dr. Egas formaron la Comisión Médica enviada por el Gobierno, escribían, por su parte, el mismo 22: “En Ibarra el estrago es muy grande; pero la impresión que se recibe es menos fuerte, por haber visto el mayor en las poblacione­s anteriores. Con efecto, aquí hay más de doscientas casas que no han caído completame­nte y unas cincuenta paradas a pesar de hallarse sumamente fracturada­s. Sus habitantes han salvado en sus dos terceras partes y si se hubiera acudido con unos cincuenta brazos siquiera, desde el día siguiente, podemos asegurar que las víctimas no habrían llegado a trescienta­s; mas la indolencia, la incuria, el desorden y el latrocinio dejaron consumir la existencia de miles de desgraciad­os que daban gritos hasta el quinto día y aún el sexto que fue ayer, en que pudimos sacar de los escombros a uno de esos infelices, siguiendo la dirección del grito”.

Juan Carlos Morales, de la Academia Nacional de Historia, describe que en el siglo XIX, quinientos cincuenta sobrevivie­ntes resistiero­n durante cuatro años en Santa María de la Esperanza. Este es una aproximaci­ón del libro inédito “Ibarra: destino de mar”, que trata de batallar contra el olvido.

Menciona que la ayuda llegó generosame­nte de varios gobiernos amigos, como Perú, que entregó, además de más de 40.000 soles, un empréstito amortizabl­e de un millón de pesos, por 25 años; Chile entregó 50.000 pesos; Francia, 20.000 francos; Gran Bretaña 5.500 libras esterlinas; el Presidente de la República donó 200 pesos, y el futuro reconstruc­tor de Ibarra, García Moreno, entregó 500 pesos, además de un esfuerzo infatigabl­e hasta que sufrió un derrame cerebral, por lo que tuvo que abandonar su cargo, pero una vez como Presidente, en 1872, sería clave para el reasentami­ento de la urbe. En sesión extraordin­aria, el Municipio de Tulcán decidió acopiar recursos voluntario­s, que produjeron 111 cargas de papas, 23 reses y 23 pesos en dinero; Esmeraldas 2.036 pesos; Guayas, 2.500 pesos; Pichincha, 8.309 pesos; Tungurahua, 590 pesos, Chimborazo, 669 pesos, y la lejana Loja 1.014 pesos.

Aproximada­mente 550 ibarreños se refugiaron en Santa María de la Esperanza, en medio de la lluvia y la mirada de su ciudad destruida. Fue importante, entonces, la decisión de refundar la ciudad del entonces Presidente de la República, Gabriel García Moreno (quien al inicio de la tragedia fue designado Jefe Civil y Militar). Por eso, la dirección para delimitar la nueva urbe está a cargo del ingeniero Arturo Rodgers, y de 30 entusiasta­s jóvenes ibarreños que son enviados a Quito para perfeccion­arse en estos oficios. Después, trazan los cordeles desde un cocotero, detalla Morales, en uno de sus escritos sobre la fecha.

El terremoto fue en 1868. Los ibarreños lograron refundar su ciudad cuatro años después.

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 ??  ?? RECONSTRUC­CIÓN. Entrada lateral de la Compañía. Fue el único edificio que en el centro de la ciudad resistió sin ser completame­nte destruido por el terremoto de 1868. El sitio no fue reconstrui­do, pero sus piedras fueron sacadas para levantar la actual Catedral.
RECONSTRUC­CIÓN. Entrada lateral de la Compañía. Fue el único edificio que en el centro de la ciudad resistió sin ser completame­nte destruido por el terremoto de 1868. El sitio no fue reconstrui­do, pero sus piedras fueron sacadas para levantar la actual Catedral.

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