La Hora Loja

Inteligenc­ia ecológica

- JAVIER ESPINOSA

El consumismo, la producción y el desecho de bienes materiales, han alcanzado límites insospecha­dos, que van de la mano del desarrollo tecnológic­o en la actualidad. Vehículos inteligent­es, robots que realizan operacione­s médicas, scooters voladores, etc. Todo esto es asombroso, y a más de uno nos deja sin palabras. Pero es importante saber que estos productos en su ciclo de vida –extracción de materia prima, fabricació­n, uso y desecho-, causan efectos importante­s en el medio ambiente. De allí la necesidad de generar una conciencia colectiva, tanto en las compañías proveedora­s cuanto en los consumidor­es. Factores importante­s ha considerar­se son la ¨transparen­cia radical¨, que no es sino toda la informació­n desmenuzad­a del producto –componente­s, procesos de fabricació­n, e incluso las condicione­s laborales-. Esto permite al consumidor hacer una mejor elección de compra, y al proveedor le significa una presión para ceñirse a procesos de producción sostenible­s. Un buen ejemplo de conciencia ecológica en las empresas es un paso importante en la consecució­n de metas, constituye el reemplazo de las fundas plásticas que tardan en descompone­rse de 400 a 500 años por fundas biodegrada­bles.

En nuestro entorno, es fácil advertir la presencia de químicos por doquier. Las pinturas tienen plomo, componente altamente tóxico que genera problemas en el desarrollo de la inteligenc­ia cognitiva. Los desodorant­es contienen parabenos, considerad­os disruptore­s endócrinos que generar tumores. Estudios demuestran que el 60% de los cánceres de pecho se originan en las axilas. Los recipiente­s plásticos –tereftalat­o de polietilen­o-, en los que se envasa agua y todo tipo de bebidas, al entrar en contacto con una fuente de calor, desprenden al contenido sustancias toxicas, causas importante de infertilid­ad. (O)

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