Un plan de reforestación
La población mundial acaba ya de sobrepasar los siete mil seiscientos millones de habitantes a lo largo y ancho de planeta. Nuevas formas de producción sistemáticamente se van integrando al ciclo alimenticio de esta población que avanza a pasos agigantados. Lo trágico es que todas estas formas de producción van en franco deterioro de la madre tierra y de la naturaleza, se las practica contaminando el planeta y envenenando sus entrañas. Los medios de producción genéticamente modificados cada vez ocupan más territorios en casi todos los países del planeta y la tierra a fuerza de producirlos es como un enfermo terminal que reacciona o que se mantiene con vida artificial.
Por desgracia el hombre se acostumbró a recibir de la tierra todo para su sustento, pero sin darle nada a cambio, sin cuidarla, sin protegerla. Paulatinamente se derriban montañas para ocuparlas en sembríos pero a cambio no sembramos un solo árbol para compensar lo que se destruye.
Hace tiempo desde este Editorial planteamos que quienes se surten de la tierra, deberían reforestar al menos un diez por ciento de la tierra que producen. En este proyecto se debería involucrar a los estudiantes de escuelas, colegios y universidades, a los docentes, las amas de casa; es decir la sociedad en general sembrando un árbol y cuidándolo.
El plan de reforestación debería ser un compromiso que se adquiera desde los niños en las escuelas involucrando a todos los entes de la sociedad. Las sequías no son producto de la falta de oración sino de la falta de reforestación. No podemos, por un lado envenenar y destruir el medio ambiente y por otro, esperar que haya buenas cosechas o torrenciales aguaceros. La decisión está en nuestras manos. (O)