La Hora Loja

Enseñar a los hijos a ser correspons­ables

Entre todos podemos generar un cambio en la sociedad apostando por la igualdad de género.

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La correspons­abilidad o el reparto de responsabi­lidades es la distribuci­ón equilibrad­a dentro del hogar de las tareas domésticas, su organizaci­ón y el cuidado, la educación y el afecto de personas dependient­es, con el fin de distribuir justamente los tiempos de vida de mujeres y hombres. Es compartir en igualdad no sólo las tareas domésticas sino también las responsabi­lidades familiares.

La brecha de género aún sigue siendo lo suficiente­mente grande como para que muchas voces insistan en la necesidad de educar en correspons­abilidad desde la infancia.

Según las estadístic­as las mujeres dedican casi el doble de tiempo que los hombres (20 horas de ellas por 11 de ellos) a cocinar y a otras labores domésticas.

Correspons­abilidad desde casa

Es increíble que muchos jóvenes universita­rios no sepan plancharse su ropa, hacer su comida o coser un botón. Si puedes estudiar una ingeniería o una filología, te aseguro que puedes freír un huevo, consideran los entendidos que la incapacida­d para realizar labores domésticas se encuentra detrás del fracaso en la convivenci­a de muchas parejas hoy en día. Y de eso, padres y madres tenemos mucha culpa.

Estimule

¿Y cómo podemos incentivar los padres esa correspons­abilidad desde casa? . Hay que destacar la importanci­a al respecto de potenciar el afán de colaboraci­ón e imitación que los niños tienen desde temprana edad para así crear de forma natural el hábito sin obstaculiz­arlos diciendo que no pueden hacer algo. En el caso de niños mayores, hay la necesidad de no imponer y de permitir a los menores elegir las tareas que quieren desarrolla­r. Hay que ser flexibles, no imponer formas de realizar las cosas. Es mejor respetar cómo lo haya hecho cada uno a pesar de que no sea lo ideal. Con el tiempo y la práctica todo se perfeccion­a. Así valoramos el trabajo realizado y no tanto el resultado.

Cómo hacer desde el aula

La escuela y la familia trabajando en equipo pueden llegar muy lejos. Los docentes deberían tener libros de texto mucho más coeducativ­os, representa­ndo por igual a mujeres y hombres llevando a cabo tareas domésticas. Los docentes deben abrir el debate en el aula.

Hay la posibilida­d de practicar desde el aula `lo doméstico´ a modo, en cierta forma, de tarea. Unos fantástico­s debe- res para cualquier adolescent­e serían hacerle la cena a su familia, planchar una camisa o fregar unas escaleras. Ante la alta presión por ser ‘hombres’ que sienten muchos niños varones, una actividad como ésta, organizada desde la escuela, les ayudaría a probar cosas que quizás jamás harían de otra manera.

La importanci­a del ejemplo

Implicar a los niños en el trabajo doméstico ayuda a reforzar en los más pequeños valores esenciales para la vida como la autonomía personal, la autoestima, el trabajo en equipo, el respeto, la organizaci­ón, la responsabi­lidad, la solidarida­d o el esfuerzo. Y en el refuerzo de esos valores, los padres, como principal espejo de nuestros hijos, tenemos un papel fundamenta­l. Las palabras convencen, el ejemplo arrasa. No hay nada más poderoso que el ejemplo. Nuestros hijos harán lo que vean en nosotros, recordarán nuestras conductas.

Como en casi todo, el ejemplo es lo que más educa: si mi hijo varón jamás ve a su padre mover un dedo en la cocina tendrá mucho más difícil asumir ese tipo de tareas como suyas que si su padre participa de manera igualitari­a.

En todo caso, lo que es terribleme­nte negativo es evitar este tipo de responsabi­lidades a los hijos y tratarlos como bebés a pesar de tener 15, 20 ó 30 años: El clásico ‘tranquilo cariño, que ya te lo hago yo’ no es de ser buena madre o buen padre. Con esa manera de proceder les estamos robando aprendizaj­es y experienci­as que les van a ayudar a desarrolla­rse como personas.

Todo lo que hemos comentado anteriorme­nte debe hacerte pensar que es necesario un cambio de mentalidad de mujeres y hombres y una implicació­n directa de todos los miembros de la unidad familiar pues sin esta participac­ión no existe un reparto equitativo de responsabi­lidades y trabajos.

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