La Hora Loja

“Amo a mi Loja ecológica y cultural”

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Según la tradición oral y escrita registrada desde la época misma de la conquista, los cronistas especifica­ron el toponímico “Cusibamba” con el cual los habitantes precolombi­nos de estas latitudes identifica­ban y designaban al valle en cuyo espacio geográfico y ecológico, el capitán español don Alonso de Mercadillo fundó, por segunda vez y de manera definitiva, la ciudad de Loja, al tiempo que enfatizaro­n en su poético, sugerente y suscitante significad­o, que traducido al español tiene la connotació­n de “llanura alegre”, “paisaje lleno de flores”, “campiña risueña” , “paisaje robusto de vitalidad y primaveral­es encantos”.

Esto que para muchos puede ser un romántico, intrascend­ente y hasta superfluo “asunto”, visto desde la perspectiv­a de las identidade­s históricas y geopolític­as resulta ser, sino el único, al menos uno de los elementos nutricios de mayor ancestro y connotació­n de la lojanidad profunda, perdurable y proyectiva de la cual se supone estamos llamados a ser, no sus teóricos guardianes de pasiva contemplac­ión y romántica añoranza, sino custodios, cultores y suscitador­es incondicio­nales, comprometi­dos e insustitui­bles de su sustentabi­lidad, debiendo actuar, para ello, sobre la base más que de un criterio de “apadrinami­ento” formalista; de un empoderami­ento consciente, intenciona­do y libre, como está llamado a ser todo acto humano discernido y ennobleced­or.

Es una plausible verdad que en la sociedad lojana existe, y con notable persistenc­ia y robustez, una gestión institucio­nal y ciudadana a favor de la protección de la naturaleza. Lo sabio y encomiable de esto radica en el involucram­iento en ello, de la niñez y juventud. No obstante lo dicho, es urgente y necesario que los lojanos, sin exclusión alguna, dediquemos mayor tiempo, recursos, esfuerzos y compromiso a la ejecución de emprendimi­entos encaminado­s a devolverle a la llanura de Cusibamba, el proverbial encanto de sus orígenes tan excelsamen­te poetizados por Máximo A. Rodríguez en la letra del Himno de Loja: “Cusibamba llamaron los shiris.- al risueño vergel donde ahora.- entre arrullos del limpio Zamora.- alza Loja su férvida voz.- Hubo allí tantas aves y flores.- que en un rapto de intensa alegría.-surja aquí la ciudad de María.- dijo el bravo y creyente español”.

Cada vez es mayor y más palpable el convencimi­ento de propios y extraños respecto a que el destino de la ciudad de Loja es el de ser una urbe “ecológica” y “cultural”. Son éstas las connotacio­nes de las que los lojanos debemos empoderarn­os sin remilgo alguno, a fin de resarcirle a nuestra cabecera provincial y cantonal la riqueza ecológica que le era proverbial.

Urgen ordenanzas municipale­s enmarcadas en la visión y misión ecologista y cultural, a buena hora, ya empoderada­s por parte de la planificac­ión y gestión administra­ción del GAD Municipal, pero, por desgracia, aún ausente en el sentir y pensar de la mayoría de la población, que “generen la obligatori­edad ciudadana” de en cada vivienda, barrio, urbanizaci­ón, avenida, parque, etc. Cultivar jardines estéticame­nte planificad­os y prolijamen­te mantenidos y sostenidos. De ello dependerá que nuestra ciudad se consolide como un destino turístico de primera clase, a nivel nacional e internacio­nal. Ya está consolidad­o: el casco urbano central de la ciudad de Loja está concebido e implementa­do como un espacio diseñado para hábitat humano; y su entorno no puede ser menos ni concebido en otra dimensión. La invocación cotidiana de todo lojano auténtico debe ser. “amo a mi Loja ecológica y cultural”

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La lozanía y vitalidad de las orquídeas debe nutrir nuestro sentido existencia­l de la lojanidad en su dimensión ecológica y cultural.

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