La Hora Loja

Su masculinid­ad herida

- PABLO VIVANCO ORDóñEZ

Siguen muriendo. Asesinadas. Desapareci­das. Golpeadas. Heridas hasta la médula, por ser mujeres, por ser ellas, por ser vistas como peligrosas para un sistema patriarcal que no soporta ver su rostro, son el “otro” de nuestra cultura. Aún no sabemos tratarlas. Por eso, súmese a la lucha, grite, reclame, viva bien, indígnese, salga a la calle, sea solidaria con la que camina sola, a la potencial violada dele la mano, ábrale la puerta.

Después, si no lo hace, el abismo, el vacío, la muerte, la nada. No hay llanto que pueda percudir

la sangre derramada. No hay otra hija después de su mutilación. No hay hermana después de su desaparici­ón. No hay compañera de vida después de su muerte.

Salieron de sus casas, no importan los motivos, no importa a dónde iban, no importa la hora que cursaban, no importa la ropa que usaban. ¡Ellas no tienen la culpa!.

El criminal, el femicida, el asesino, no tiene nacionalid­ad, no tiene nombre, no importa su cuna, comparte una cultura que condenó a las mujeres, anuló su historia, desapareci­ó su genealogía, las convirtió en transmisor­as, en recipiente del deseo. Hoy, siguen, con cinturones de castidad, hay ablación del clítoris, las apedrean por adúlteras, son unas p... si no son vírgenes, son desadaptad­as si no están en su casa, son locas si son lesbianas, no son humanas si no es mujer, ni quiere

serlo.

Usted, señor, señora, si repite lo anterior, es usted el problema. Abra las fronteras de su pensamient­o, no sea cómoda, no condene.

Ya la ignorancia cunde, y escupe cualquier cosa: ella se lo buscó, por qué salió así, para qué fue a ese lugar…señor, señora, la víctima jamás es culpable de su propio mal, el victimario tiene la culpa, él sufre de un mandato de masculinid­ad que lo lleva a sepultar una vida, a darle muerte a la mujer, simbólica o materialme­nte, el celo, la persecució­n, el golpe, la amenaza.

Enseñe a su hijo a no violar, a respetar, a no feminizar los roles. Son coraje, fuerza, magia, luz. Sí, señor, señora, también es su culpa, no le quite el cuerpo, hágale frente, encuentre su responsabi­lidad.

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