La Hora Loja

‘Historia mágica del Camino de Santiago’, por Fernando Sánchez

Aceptar la invitación hacia el Camino de Santiago, es transitar por el mito de origen medieval”.

- opymj2008@gmail.com

POROSWALDO­PAZYMIÑOJ• No niego, por el contrario, confirmo mi especial afecto por la mitología del mundo. Muchos ejemplares del tema están en lugares preferente­s y cercanos a mí, en las estancias más personales de mi biblioteca. Los mitos son parte de la piel humana, están presentes en todo tiempo y lugar, y en las estaciones del hombre: el nacimiento, la muerte, la soledad, la pérdida, el miedo, la locura, la pasión, el amor, el deseo. No se puede prescindir de ellos. Historias, símbolos y misterios, para transforma­r la piedra bruta y pulirla, cual hacían los masones en las catedrales fastuosas.

He peregrinad­o entre mis libros, buscando uno de esos que preparan al espíritu para intencione­s iniciática­s. Del erudito y gran escritor Fernando Sánchez Dragó, traigo: ‘Historia mágica del Camino de Santiago’, el cual inicia proclamand­o:

“¡Ultreya! Ese era el grito que lanzaban los peregrinos medievales al avistar las torres de la catedral compostela­na desde la cúspide de cerro de Triacastel­a, en el mismo sitio -prácticame­ntedonde hoy despunta el aeropuerto de la ciudad.

Justamente eso, lector amigo, es lo que en este instante propongo, lo que -solo si parece lo tienes a bien, se te tienta la aventura, si no te asusta el albur, si me otorgas tu confianza, si me nombras tu guía jacobeo- vamos a hacer juntos: gritar a pleno pulmón, y de la mano, ¡ultreya! Ir más allá de lo evidente, de lo patente, hurgar en la atiborrada trastienda del Camino de Santiago”.

Aceptar la invitación hacia el ‘Camino de Santiago’, la ruta Jacobea, es transitar por el mito de origen medieval. Es bregar, desde la obra, para llegar al lugar en el que -se dice- está la morada final del apóstol Santiago el Mayor, en un recinto sagrado de la Catedral de Santiago de Compostela.

Sánchez Dragó, maestro del esoterismo, abre trochas, rompe

Los mitos son parte de la piel humana, están presentes en todo tiempo y lugar”.

claves y encrucijad­as, y lidia con laberintos en las doscientas cuarenta páginas de su enigmático tomo.

Por la ruta literaria, el lector recorrerá tramos que explican liturgias y teúrgias. Avistará huellas templarias, que se acercan al Grial, y leerá sobre los naipes del tarot alquímico, sin dejar de levantar la mirada al firmamento, cada noche, para “descifrar sus letras”.

“Ve a Eunate, lector, sitúate en el centro del Octógono, respira abdominalm­ente en ocho tiempos, musita un mantra, húndete poco a poco en las arenas movedizas de la meditación, ábrete a la energía del macrocosmo­s que allí, en Eunate, se concentra y… ¡Y ultreya! Ya me contarás, peregrino. Que la fuerza te acompañe” (Pág. 229).

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