AISLAMIENTO EN DESIGUALDAD
Faltan varios días para que las autoridades de Salud determinen la eficacia del aislamiento social. En Guayas y Pichincha, los contagios aún no se contabilizan en su totalidad, y varias provincias del país prohíben el ingreso a visitantes de otras localidades.
Los países se han auto aislado y, en Ecuador, cada provincia, ciudad y comuna quiere cerrar sus puertas a cualquier extraño. Olvidan que somos absolutamente interdependientes del ‘otro’ para subsistir y alimentarnos.
Lo mismo se intenta hacer en casa. Circulan todo tipo de estrategias para no permitir la entrada del virus, para no aburrirse y entretener a los niños, ejercitarse, teletrabajar, cocinar y explorar el universo digital.
El Gobierno hace lo propio y para hacer cumplir el toque de queda, impone multas de cientos de dólares a los infractores, algunos incluso pasan la noche en la cárcel.
La tormenta del Covid-19 ha sido violenta, y tanto instituciones públicas como privadas, escuelas, empresas y familias tuvieron que improvisar para protegerse.
Han pasado ya dos semanas, y es momento de pedir al país que mire a quienes deben guardar cuarentena en un cuarto que alberga a una familia entera, en el clima inclemente de la Costa, con escasa ventilación, sin acceso a internet y, en muchos casos, sin una fuente de ingresos.
Exigir a estos sectores que permanezcan en casa, sin entender su realidad y brindar alternativas, es iluso e injusto.
Si algo nos enseñará la pandemia, quizá a la fuerza, será el hecho de que nuestra salud depende directamente de la de nuestro vecino.