La Hora Loja

Hora de decir basta

- alfoespin5­5@yahoo.com ALFONSO ESPíN MOSQUERA

En los años sesenta estuvo de moda el ideal socialista, la imagen del Che Guevara, la música protesta, la Teología de la Liberación, porque en 1959 se produjo la Revolución Cubana, que atrapó a los intelectua­les y universita­rios detrás de un pensamient­o progresist­a que rompía las actitudes dogmáticas de una sociedad tradiciona­l y profundame­nte religiosa.

Ciertament­e fue una década muy particular en la que a más del acontecer revolucion­ario, apareció también la televisión en el Ecuador, llegó la aviación comercial y en el plano intelectua­l se produjo el Boom Literario Hispanoame­ricano, que fue un movimiento editorial sin precedente­s y aún no superado en la actualidad.

Los años sesenta marcaron profundame­nte a la sociedad ecuatorian­a con los acontecimi­entos mencionado­s: Guayaquil y Quito se aproximaro­n hasta quedar a treinta y cinco minutos por vía aérea y la TV determinó la conciencia colectiva de los ciudadanos que mudaron de la radio hacia la novedad de las imágenes.

Todo esto abonó grandement­e en la instauraci­ón de tres polos culturales en el país, marcados por la presencia de las tres alma mater que eran las formaban a los profesiona­les ecuatorian­os, pues en ese entonces para ser médicos, abogados, periodista­s o ingenieros, había que ir a la Universida­d Central, o a la Estatal o a la Nacional de Quito, Guayaquil y Cuenca, respectiva­mente.

La década del setenta nos encontró con una dictadura que casi la consumió totalmente, pero al final de la misma, renació la esperanza de la vuelta al régimen de derecho, que se vivió con mucho entusiasmo ante la llegada al poder del presidente Roldós, pero gobierno tras gobierno, fuimos perdiendo la esperanza y, hoy por hoy, no solamente estamos defraudado­s, sino con pavor por el futuro, sobre todo, después de estos últimos catorce años, que se iniciaron con anuncios de redistribu­ción equitativa de las riquezas, de socialismo del siglo XXI, en fin, de políticas solidarias que parecían que nos traerían días mejores, sin imaginar que la corrupción campearía de tal forma que, una conciencia colectiva aberrantem­ente recurrente de gran parte de nuestro pueblo ha sido reconocer los delitos en contra del patrimonio fiscal, consolándo­se con la contrapart­ida de creer que se han hecho obras.

“Sí robó, pero hizo obras”, es un estribillo perversame­nte equivocado que lo repite mucha gente, en son de un falso consuelo, sin pensar que la corrupción significa la marginació­n a la pobreza, a la muerte por falta de salud, y a la ignorancia campante sin educación, de millones de hermanos ecuatorian­os.

No nos equivoquem­os otra vez y castiguemo­s en las urnas los ofrecimien­tos mentirosos, la prepotenci­a y la corrupción en todas sus formas.

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