Ley económica de ensueño
¿Bastará con que importantes medios de comunicación, banca y ciertos sectores empresariales aplaudan al Gobierno para sentirnos la mayoría de ecuatorianos bien, tranquilos del futuro inmediato?
De revisar a la fecha esos barómetros de bienestar tan traídos a moda, apostaría que no. El país debe estar en su pico más bajo de ´felicidad medible’ en este nuevo siglo, incluso debajo de inicios de milenio cuando familiares y compatriotas se la buscaban sin cesar por otros países.
En esas fechas, en medio del dolor de la separación, había momentos de alivio, de sonrisas cargadas de tranquilidad cuando el migrante llamaba a casa avisando del envío del dinero ganado por su trabajo y se sabía pronto pagarían deudas, comida, arriendo, escuela. Ese dinero fortaleció el comercio, hizo producir a empresas, nutrió la banca y todos salimos a flote.
Ahora prevalece “in crescendo” la angustia de saberse desempleado o temer pronto estarlo, que los negocios cierren y sobrevenga algún imprevisto sin tener como enfrentarlo.
Por eso la tarea a cumplir y que hasta el momento no lo ha hecho este Gobierno, ni ninguno de los anteriores, es buscar también en el pueblo llano los aplausos a las reformas y proyectos de ley económica que llegan a la Asamblea. Me atrevo a soñar: porque no aventurar una especie de “sucre
tización” paradisiaca a nuestras particulares deudas, así a todos nos llegue ese regalo que la historia recuerda les llegó a pocos en 1983; o permitirnos venderle hasta las tachuelas al Estado como lo hizo aquel grupo cuencano mimado en el correismo.
Volviendo los pies a la tierra no creo sea pedirle a los asambleístas un imposible incluyan en el debate para su aprobación, junto a las reformas que satisfacen a los grupos de mayores recursos, algo del idílico y denostado proyecto económico del Parlamento de los Pueblos. Como por ejemplo reducir el IVA o drásticamente bajar las tarifas residenciales de electricidad. Así diciembre lo esperaríamos diferente, pensando en un 2020 sin tanta aflicción, con menos impuestos y algo felices porque al fin beneficiaron a todos por igual.