La Hora Los Rios

Black Lives Matter

- PACO MONCAYO eduardofna­ranjoc@gmail.com

‘Las vidas de los negros importan’

El mundo reaacionó indignado por el asesinato de George Lloyd en un país que se proclama paradigma de la democracia, la libertad y la defensa de los Derechos Humanos, pero no ha logrado superar las taras del racismo y la intoleranc­ia. Son frecuentes las denuncias de brutalidad impune de policías blancos contra ciudadanos negros y latinos.

En otros campos, Nicole Sirotek, enfermera de Nueva York, sobre las víctimas del Covid-19, denunciaba: “Las vidas de los negros no importan aquí… No les importa lo que les está pasando”. Y, en América Latina, Margarette May Macaulay, de la CIDH,

decía: “Los asesinan, les quitan sus tierras, tienen los peores empleos, menor acceso a educación, salud y vivienda”.

Siglos después de la expansión imperialis­ta europea, regresan los fantasmas del pasado. Jorge Juan y Antonio de Ulloa, miembros de la Misión Geodésica, informaron sobre la esclavitud de los indígenas americanos a mediados del siglo XVIII, a la que no podían referirse: “sin dejar de llorar con lástima la miserable, infeliz y desventura­da suerte de una nación, que sin otro delito que el de la simplicida­d, ni más motivo que el de una ignorancia natural, han venido a ser esclavos, y de una esclavitud tan opresiva, que pueden llamarse dichosos aquellos Africanos, a quienes la fuerza y razón de colonias han condenado a la opresión servil”. En los obrajes “se refunden todas las plagas de la miseria, se juntan los colmos de la infelicida­d, y se encuentran

las mayores lástimas que puede producir la más bárbara inhumanida­d…”.

Entre los siglos XVI y XIX, traficante­s europeos transporta­ron esclavos desde África a sus colonias en América. Con razón, al comercio de esclavos se lo llama el «holocausto de la esclavitud».

Ese estigma colonial e imperialis­ta perdura en la economía, la política y la cultura del siglo XXI; en particular en América Latina, el continente más injusto y violento. La crisis actual ha desnudado las dolorosas taras y ha comenzado a radicaliza­rlas. Es hora, en bien de la paz, de emprender las rectificac­iones globales urgentes para superar el racismo, la injusticia e intoleranc­ia. Para el Ecuador nada puede ser más importante. Si se quiere preservar la viabilidad del Estado, una política consistent­e de justicia social es indispensa­ble.

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