La Hora Los Rios

La necesidad les obligag a jugarse la vida

En las calles de Ambato los adultos mayores, a pesar de ser población en riesgo, se suman a la informalid­ad.

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Las calles del centro de Ambato se ven copadas nuevamente de vehículos y peatones que caminan apurados de un lado al otro, casi todos llevan mascarilla­s, guantes y hasta trajes de biosegurid­ad para evitar contagiars­e de Covid-19.

Como parte del paisaje de una tarde caótica están aquellas personas que, junto a su coche repleto de golosinas, artesanías y otros artículos tratan de ganarse la vida.

A pesar de estar considerad­os como uno de los grupos de atención prioritari­a, varios adultos mayores permanecen en las calles tratando de vender algo, sus días dependen de este trabajo y no han pensado en dejarlo.

Sin descanso

María Criollo tiene 73 años y desde que empezó la emergencia sanitaria no ha dejado de trabajar en una esquina de las calles Cevallos y Mariano Eguez, ella vende pinzas, inciensos, papel higiénico, golosinas, entre otros artículos.

“Yo pido todas las noches a mi papito Dios que me ayude y que me proteja cuando quiera venir el Coronaviru­s”, dice esta mujer adulta mayor mientras descansa sentada en la vereda, lleva puesta una mascarilla azul, sombrero y una chalina con la que también se taba parte del rostro, a pesar de todo, se puede notar un poco de alegría en su rostro

María dice que tiene dos hijos y que ambos se quedaron desemplead­os debido a la pandemia, “ellos también tienen sus hijos y sus esposas que tienen que mantener”, aseguró con un poco de tristeza.

Actualment­e la venta no va bien, ya que la gente está evitando comprar cosas en la calle, si antes vendía 10 dólares hoy solo tiene la mitad.

“Yo voy a seguir trabajando porque así es mi vida, pasé por el cólera, la viruela, la tosferina y sigo aquí, saliendo todos los días”, aseguró.

Sigue en el trabajo

Luisa de 69 años prefirió mantener su apellido en reserva, la necesidad la obligó a salir a las calles para vender cargadores y auriculare­s, pese a su edad, tiene que caminar varias cuadras para ofrecer los artículos que tiene a la gente que pasa.

“Nunca ha sido fácil estar en la calle y menos ahora en medio de esta emergencia”, dijo. Según su criterio la ciudad y la gente cambiaron totalmente, “ahora caminan más apurados, no hay tranquilid­ad”, expresó.

Luisa contó que tiene miedo de salir y contagiars­e, pero que debe hacerlo si quiere comer y pagar el arriendo del lugar donde vive actualment­e junto a su esposo que también es comerciant­e informal.

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LABOR. Varios adultos mayores tienen que salir al centro de Ambato a trabajar.

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