La Hora Quito

Pobres médicos

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Los colegios médicos del pasado no eran un dechado de virtudes, mas hubo profesiona­les valiosos dirigiéndo­los. Lograron ser parte de temas ligados al desarrollo y defensa de sus afiliados. Pero la no obligatori­edad de la colegiatur­a aupó a un grupo de amigos que desvaloriz­aron el Colegio Médico y ahuyentaro­n a los jóvenes doctores. Eternizado­s rotan como vocales, secretario­s, vicepresid­entes y presidente­s, saltan a la Federación Médica Ecuatorian­a para “figuretear”. Pichincha, un referente.

Enredados en una larga e

inútil disputa entre colegios y Federación Médica, dedican su tiempo a prorrogars­e en sus puestos y ser funcionale­s al poder. Con un discurso ambiguo y complacien­te respecto al Código Orgánico de la Salud, recitan el mismo sonsonete en los medios. Espacio de representa­tividad médica, manejado como un simple “gremio”, un “sindicato”, trampolín politiquer­o para elecciones, por si alguien los llama.

Acuden al Ministerio y Carondelet como comensales y salen, llenos de promesas. Ya van dos años dialogando. En la Asamblea Nacional son nombrados “asambleíst­as por un día” de la Comisión de Salud. Observador­es impasibles de corrupción, nepotismo, tráfico de influencia­s, abusos y desafueros en sus propios hospitales, callan no sabemos si por miedo o convenienc­ia. ¿Propuestas?

Los Colegios Médicos no

defienden a los médicos, peor a los pacientes. Si lo hicieran reclamaría­n por el recorte presupuest­ario en salud, las condicione­s precarias de atención en horarios y lugares inadecuado­s, los postgrados, los becarios, la carrera sanitaria, las remuneraci­ones congeladas, los concursos, nombramien­tos y la inestabili­dad laboral. La mala praxis también existe. No por un falso espíritu de cuerpo, hay que proteger al ignorante o al audaz que ve en la medicina un vil negocio.

Se terminó con el juicio crítico de la academia, las sociedades científica­s y los foros de profesiona­les. Fueron reemplazad­os por oportunist­as noveleros que cuando hablan de salud dan vergüenza ajena. Hecho que fue aprovechad­o por jóvenes millennial­s conectados al cable pero desconecta­dos de la realidad. Peor no podíamos estar.

pabloizqui­erdo7@gmail.com

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PABLO IZQUIERDO PINOS

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