Momentos estelares de la humanidad
DR. ENRIQUE SÁNCHEZ COSTA • Entre los siglos XIX y XX, Viena fue una de las cimas de la historia de la cultura. Sus cafés, sus salones, sus teatros, su ópera, estaban electrizados de vida artística e intelectual. Allí, en el regazo de la cultura burguesa, creció Stefan Zweig.
De origen judío, pero educado sin religión, se inclina pronto por las letras. Viaja por Europa y cultiva la amistad de intelectuales. Critica el fanatismo, el militarismo y “la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea”.
Obra
Entre las decenas de obras que escribe, destacan sus novelas breves, sus biografías y sus memorias, que son una oda y una elegía al legado cultural de Europa. En 1927 publica su mejor libro: ‘Momentos estelares de la humanidad. Catorce miniaturas históricas’. En el despliega su maestría en el dibujo de escenas, en el retrato sicológico de los personajes, en el manejo de las expectativas del lector y la intriga, en la recreación emocionante del pasado a través de un lenguaje sensorial, vitalista y dramático.
Zweig narra esos “extraordinarios momentos de inspiración” que determinan la vida de los individuos, los pueblos y la humanidad. En su libro encontramos batallas (la toma de Constantinopla, la derrota de Napoleón), clímax revolucionarios (la composición de ‘La
Marsellesa’), hazañas de la voluntad (el descubrimiento del Pacífico, la conquista del Polo Sur), creaciones artísticas sublimes o proezas tecnológicas. El autor logra que experimentemos la historia en primera persona, que la disfrutemos y que aprendamos de ella.
Los libros solo se escriben para unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido”.
STEFAN ZWEIG
ESCRITOR.
Cultura y libertad
El nazismo saqueará la casa de Zweig, prohibirá sus obras y lo llevará al exilio. Allí se suicidará, junto a su mujer, en febrero de 1942, creyendo que Hitler iba a ganar la guerra.
Hannah Arendt, filósofa y teórica alemana, reprochará a Zweig por haber vivido en la “torre de marfil” de su fama y cultura, ajeno a los dramas de su tiempo (en especial, del pueblo judío, sobre el que apenas habló).
La cultura humaniza; pero puede también servir de refugio para evadirse de los dramas humanos. Así lo hizo, en parte,
Erasmo; así lo hizo, con descaro, Montaigne, quien se aisló en su biblioteca, para huir de su tiempo. Ambos fueron biografiados por nuestro autor, igual que Castelio: otro defensor de la libertad de conciencia. En su biografía de Castelio estamparía Zweig su programa vital: “Tolerancia frente a intolerancia, libertad frente a tutela, humanismo frente a fanatismo, individualismo frente a mecanización, conciencia frente a violencia”.
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