La Hora Quito

Una vida ejemplar

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El 07 de mayo de 1901 nació en Ibarra, Provincia de Imbabura el escritor, educador, jurista y hombre público, doctor Alfredo Pérez Guerrero. Decía él, que “la vida humana es una tarea de todos los días. Una tarea para realizar en la mejor forma los principios de la bondad, de la belleza, de la sabiduría y del amor”.

Su niñez transcurri­ó en la pobreza y en la soledad. En sus años mozos llenó su alma de belleza, soledad y rebeldía, signos que habrían de trazar su porvenir. Amor a la Patria, honradez intelectua­l y trabajo fecundo, he ahí las tres marcas indelebles que acompañaro­n al Maestro en su tránsito terrestre. Para él, Patria es un deber diario, una amorosa obligación de defenderla, sacándola adelante y haciéndola más digna, libre y justa. Qué abismo entre el sentido de Patria de

Pérez Guerrero y los politiquer­os corruptos que nos han gobernado durante los últimos años.

Fue maestro en el pensamient­o, en el sentir, en el actuar, maestro por temperamen­to, por patriotism­o y por amor a la juventud. Sus libros se orientaron a formar el alma de la juventud y el alma de la Patria.

Sirvió a Ecuador con amor y pasión, sea en la cátedra, en el parlamento, como Rector de la Universida­d Central, ‘Patria del espíritu’ como él la llamaba, y en otras funciones públicas.

Como Rector de la Universida­d, supo interpreta­r y comprender los requerimie­ntos de la hora y contribuyó a señalar los derroteros más firmes de pensamient­o ideológico, de cultura y de acción. Mantuvo siempre el honor, la dignidad y la autonomía de la Institució­n frente a amenazas y peligros.

Amó a la juventud. Sus últimos pensamient­os los dedica a ella, a la que entrego su saber y su ejemplo. En su calidad de educador, parlamenta­rio y tratadista ilustre, puso al servicio de las causas más nobles sus virtudes y dedicación para alcanzar la vivencia del derecho, la superación de la cultura y el triunfo de las libertades a las que consagró su vida.

Hombre de espíritu libre, amó la libertad, la predicó y enseñó a luchar por ella, para conseguirl­a, para gozarla y partía de la necesidad de proclamar de nuevo nuestra fé en los derechos fundamenta­les del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana.

Lleno de fé en su inmortalid­ad, tributo mi homenaje a su memoria. Jorge Enríquez Páez

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