La Hora Quito

La razón sometida

- rcontero@gmail.com RODRIGO CONTERO PEÑAFIEL

Todas las personas somos diferentes. Los seres humanos tenemos un marco conceptual por el que podemos concebirno­s a nosotros mismos, hacernos preguntas sobre el sentido de la vida, tener conscienci­a, pensar, razonar y decidir; por tanto, es un acto de elección. Hacerlo o no depende de nosotros que ostentamos el concepto de humanidad. Mientras los seres humanos tenemos la idea del tono o color que miramos, los animales tienen la capacidad de percatarse a sí mismos, percibir objetos de colores, distinguir personas individual­es,

pero no están en capacidad de razonar.

El psicoanáli­sis considera que los seres humanos somos marionetas manejadas por los instintos, el conductism­o nos ve como una máquina de estímulos y respuestas; pero, no tienen en cuenta nuestra mente activa y conceptual que nos concede autoconoci­miento y destreza para razonar. Las personas podemos regular y configurar nuestra conciencia para alcanzar metas y objetivos; la mente no funciona de manera automática, estamos hechos para pensar y tener autoestima. Por eso, cuando se actúa instintiva­mente se anula la razón.

Si la conciencia se esclaviza, las personas se vuelven insensible­s e irritables, van terminando con su capacidad de razonar y terminan odiándose a sí mismas. Cuando se pierde la función psíquica del pensar, se termina con la capacidad y responsabi­lidad

de resolver los problemas que se presentan en la vida diaria. La madurez psicológic­a nos confiere valores y objetivos comunes.

La corrupción tiene un fondo emocional que impide ver con amplitud la sociedad y el mundo en el que estamos. Si los sentimient­os no tienen una justificac­ión racional, se anula la autoestima y surge la angustia, la desesperac­ión y la violencia.

Un individuo que ha sometido su pensamient­o puede cometer actos delictivos, pierde los valores humanos y comete faltas a la ley y las buenas costumbres. El país vive momentos difíciles, un antro de corrupción que se venía ocultando desde años atrás va descubrién­dose; corruptos y corruptore­s viven su propia realidad, la gente ha perdido la confianza en las institucio­nes, la justicia ha sido devastada por políticos y dirigentes corrompido­s.

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