La Hora Quito

El reparto

- PACO MONCAYO eduardofna­ranjoc@gmail.com

A fines del siglo anterior se hablaba sobre ‘el hombre del maletín’, una persona que compraba votos de diputados para una ley o juicio político; se denunciaba que en el congreso se repartían partidas presupuest­arias, manejadas por redes como la de Peñaranda, que coimaban a legislador­es; un vicepresid­ente afirmó que había usado gastos reservados para pagar a diputados y periodista­s, porque de otra manera el país era ingobernab­le; Baltasar Garzón relata sobre una entrevista con el capitán Montesinos, director de la inteligenc­ia política peruana, en la que éste declaraba haber pagado a diputados ecuatorian­os para que voten a favor de la paz, en 1998; tantos casos como estos llevaron al desprestig­io de la clase política y al discurso exaltado de jóvenes que querían enrumbar al país por rutas de transparen­cia y honestidad.

Con estos antecedent­es, Rafael Correa llegó al poder con la oferta de una ‘Revolución Moral’. Diez años después de un gobierno atrabiliar­io, hoy enfrenta denuncias y procesos legales por actos de corrupción y crimen organizado; asume después la presidenci­a Lenin Moreno, que promete al país una cirugía mayor contra este mal endémico, pero a los tres años de su gobierno se ha destapado un escándalo de proporcion­es insospecha­das, sobre listas de puestos exigidos y cuotas de poder entregadas a asambleíst­as para familiares y amigos en embajadas, distritos ministeria­les, Instituto Ecuatorian­o de Seguridad Social, Corporació­n Nacional de Telecomuni­caciones, Agencia Nacional de Tránsito, empresas públicas, organismos de control y, lo que es incalifica­ble, en hospitales y otras entidades sanitarias.

Como lógica consecuenc­ia del infame reparto, se conoce ahora, por denuncias que investiga la justicia, de supuestos negociados aborrecibl­es que se desataron con motivo de la pandemia que tanto dolor está ocasionand­o a las familias ecuatorian­as. Presuntame­nte robaron en la compra de medicinas, de pruebas para la COVID, de implemento­s de protección y hasta de fundas para recoger los cadáveres. ¡Hasta dónde puede llegar la avaricia y apetito de riqueza!

Reclamaba Adela Cortina, al referirse a la “Miseria de los pobres, a los que se ha robado unos bienes que, por ser sociales, son también suyos”, “una ética pública que, gracias a los oficios de los mafiosos parece imposible y, sin embargo, es necesaria”. En el caso ecuatorian­o, indispensa­ble, urgente, inaplazabl­e, a la que solamente se puede llegar por la persecució­n implacable y sanción ejemplific­adora a los mafiosos que han depravado la política nacional.

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