¡Ya basta!
La gran mayoría jamás creímos que los tentáculos de la corrupción podrían ser tan grandes, feroces y que serían capaces de traspasar límites inimaginables, obviamente estando conscientes de que la delincuencia no respeta circunstancias, ni momentos. Entonces recordamos que en 1997 la plata se la llevaban en saquillos y nos damos cuenta que nada cambió. Los mismos ahora se la llevan en maletas, con la complicidad de un sistema político - legal ambiguo y perverso donde, en el mejor de los casos, solo caerán peces pequeños, mientras que los mentalizadores solo saldrán del negocio con los pies al frente y en una caja.
Y aparece quien nos gobierna e intenta hacernos creer que nada pasa. Que somos un país diferente, y que la cirugía mayor a la corrupción se la aplica con el mejor cirujano, con la mejor técnica, y en el mejor quirófano. Pero la ironía es más fuerte aun cuando vemos que precisamente ahí, en la salud, es donde se nos llevan la plata de forma descarada, con el aditamento de que son miserables al aprovecharse de la emergencia, sin importarles que con esos recursos se podrían salvar miles de vidas.
Hablar del 10% de coimas es cosa de niños para los capos de la corrupción. La ambición de los jefes de los carteles que manejan los contratos en el sector público, los conlleva a alcanzar sobreprecios de hasta el 2000%. Sí amigo lector. Leyó bien. Hasta el 2000%. Por eso no es raro ver que se pagan 59 dólares por un bisturí que cuesta normalmente 2 dólares; 148 dólares por una funda para cadáveres que cuesta 12 dólares; o, 15 dólares por una mascarilla que cuesta 4 dólares. Y hacen compras por miles de decenas de estos productos. Imagine el perjuicio y el tamaño del atraco.
Ahí es cuando el pueblo grita indignado: ¡Ya basta! Fuera todos. Paren de robar.