Simpatías y reacciones
“Es evidente que hemos subestimado la necesidad de nuestros conciudadanos de tomar la palabra, de expresar sus dificultades y de participar en la construcción de soluciones”, admitió ayer el portavoz del gobierno, Benjamin Griveaux.
A nivel internacional, el movimiento de los ‘Chalecos amarillos’ despierta simpatías y provoca reacciones políticas por una crisis que acorrala al presidente Macron, cuya popularidad se ha derrumbado en un año y medio de Gobierno.
En jaque
Macron ha hecho concesiones. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses. Pero tendrá que ir más allá para
calmar la cólera de las calles. Una ira que pone en jaque al Gobierno y que según el ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, no se debe tomar a la ligera. Le Drian está preocupado por la democracia debido a los llamados “a la insurrección”. “El peligro es que se cuestionen nuestras propias instituciones”, advirtió.
Macron pronunciará un discurso a la nación a inicios de semana, en el que anunciará “medidas” para “reunir a toda la nación francesa”, adelantó el primer ministro, Edouard Philippe, quien estimó que “ha llegado el tiempo del diálogo”.
Escenas de caos
Disparos de gases lacrimógenos, coches incendiados, barricadas en llamas y comercios desvalijados en París, disturbios y saqueos en Burdeos, Toulouse (ambas en el suroeste), Nantes (oeste) y Marsella (sureste), y bloqueos de carreteras en todo el país. Las imágenes del sábado volvieron a impactar a Francia y al mundo.