Innovación marciana en la hacienda “DESEO”
“En el campo, amigo mío, hay que saber mañanear. Me levanto cuando oigo mi viejo gallo cantar; rapidito me preparan una tonga pa’ almorzar, llevo agua pa’ tomar, junto a un barraganete, me pongo al cinto el machete y me voy a trabajar. Ese era el decir de don Benito Rivera, montuvio madrugador, dedicado a las faenas agrícolas en la hacienda “Deseo”, jurisdicción del cantón San Francisco del Milagro, que fuera primeramente parroquia rural de Guayaquil y luego de Yaguachi, alcanzando su cantonización el 17 de septiembre de 1913, en el gobierno del Gral. Leónidas Plaza Gutiérrez.
Aquel amanecer del lunes 28 de julio de 1969, se presentaba frío, anubarrado, con poca claridad en los cielos. Siendo casi las nueve de la mañana, Benito hizo un descanso en sus labores para atender el saludo que le brindaba María Martínez, mujer muy hacendosa, que a esa hora se dirigía hacia el río con un atado de ropa en la cabeza, para dedicarse a lavar.
-Estoy aún nerviosa y asustada- le dijo ella, después de intercambiar los saludos, prosiguió. -El mundo se va a perder, estamos viviendo los últimos días; aún recuerdo las palabras de doña Nicasia Alvarado, quien goza de Dios Padre en los cielos. Cuando vivía, biblia en mano nos inquiría: “escrito está, en Génesis 11:1-9, el irrespetuoso rey ordenó levantar una ciudad y una torre que llegue hasta los cielos; allí mismo vino el castigo divino, confundiendo sus lenguas y destruyendo la construcción”.
-Y en estos tiempos ¿qué tiene que ver eso?- un poco perturbado, preguntó Benito.
-¡En qué mundo vive usted! Acaso, ¿no ha escuchado las ultimas noticias por la radio? ¡Toda la gente lo sabe! Los gringos americanos han enviado un cohete a la luna, llevando tres personas, tratando de traspasar los límites del firmamento, donde habita el Creador. Estos herejes aterrizaron orondamente en el suelo lunar y hasta colocaron su bandera; esto pasó recién, hace ocho días, el 20 de julio. Si hasta me contaron que en la ciudad las personas pudieron mirarlo por la televisión.
No terminaba doña María de relatar aquel extraordinario e histórico acontecimiento, cuando el cielo se iluminó prontamente, apareciendo un objeto redondo, suspendido en el aire, que emitía un zumbido tintineante, despidiendo lucecitas intermitentemente, igual que cocuyos en la noche. Los asustados campesinos quedaron paralizados al presenciar esa diabólica aparición. Atónitos observaron como el aparato volador extraterrestre desplegaba una tolda a manera de paracaídas, haciendo que la nave se posara suavemente sobre un descampado terreno en medio de la maleza. María, quedamente, le sugirió a don Benito sacar su machete rabón y estar preparado a lo que veniera; de seguro en cualquier momento saldrían de la esfera unos hombrecitos verdes, llamados “marcianos”, los que vendrían a invadir la tierra, historia que una vez escuchó en una radioemisora. Esperaron agazapados en el monte un buen rato, pero nada pasaba; después de otro tanto, igual. Agarrando fuerza y valor, siempre en guardia, blandiendo su filudo “Collins”, avanzaba Benito, seguido de su compañera de aventura, hasta llegar a dos varas del artefacto esférico, que aún seguía centellando, mostrándose inofensivo para ellos; entonces lo agarraron. La noticia del hallazgo se corrió rápidamente y la casa de los Martínez se vio invadida por cientos de curiosos, quienes querían constatar con sus propios ojos, la nave marciana. Doña María relataba una y otra vez aquel encuentro y en cada contada el suceso se volvía más fantasioso. Vicente Martínez, hombre bastante acucioso, observó que dentro del globo plástico se encontraba una caja negra, de forma rectangular, que tenía pegada en uno de sus lomos una placa metálica, con letras que nadie entendía ni podía leer. Entonces Vicente sugirió que el artefacto desconocido fuese llevado a Guayaquil. Formándose una comitiva para tal efecto, se presentaron varios voluntarios, entre ellos José Guerrero, Rafael Ronquillo y el propio Vicente Martínez, quien presidía la improvisada comisión.
Finalmente, se develó el enigmático misterio que envolvía al extraño objeto; lo que en realidad don Benito Rivera y doña María Martínez habían visto descender aquella mañana, era una radio-sonda. Al ser revisado minuciosamente el artilugio y una vez traducida la leyenda en inglés que traía el aparato, reveló lo siguiente: “Este instrumento es propiedad del Gobierno de los Estados Unidos de América. Es conocido como radio-sonda. Fue construido para medir la temperatura, presión y humedad de la superficie. Opera como radiotransmisor y tiene un campo de acción de hasta diecisiete millas. Si es encontrado en los Estados Unidos de América, sírvanse colocarlo en el sistema de correo. Esta radio-sonda, puede ser utilizada otra vez”.
Conocida esta oficiosa noticia en la ciudad, la comisión puso este anuncio: “A cualquier autoridad o funcionario del Consulado norteamericano, puede acercarse a las calles Gallegos Lara y Venezuela, preguntar por la familia Martínez, donde podrán reclamar su nave voladora”.
LO QUE SE PENSÓ ERA UNA NAVE “MARCIANA” EN
UNA HACIENDA DE MILAGRO RESULTÓ SER UNA RADIO-SONDA LANZADA AL ESPACIO POR LOS GRINGOS.