‘Tormentos’
buque de Guayaquil en nuestro rescate, a pesar de lo cual desde el comienzo y por cuanto no se sabía con certeza el tiempo que nos tocaría permanecer en esa situación, mantuvimos un racionamiento de agua, usándola solamente para la bebida y la preparación de los alimentos. Por medio de una pequeña bomba portátil tomábamos agua de mar que usábamos para refrescarnos del calor opresivo”.
“Acicateados por la ansiedad de variar un tanto la alimentación y por el hecho de ver todos los días un sinnúmero de peces nadando acerca de la superficie, junto al buque, decidimos buscar la forma de pescarlos y es así como con un cuchillo de cocina, un palo de escoba y un pedazo de cabo, se improvisó un arpón, pero no dio buen resultado, pues después de usarlo unas pocas veces sin éxito, la hoja del cuchillo que era muy delgada, se dobló”.
“Una noche observamos una luz verde en el horizonte y pensando que se trataba de un buque mercante empezamos a hacer señales con los reflectores del buque. Cuando estuvo a unas 80 a 100 yardas arrió sus velas y una voz de hombre preguntó en inglés y a gritos qué sucedía. Le indicamos que estábamos a la deriva durante algunos días pero que habíamos comunicado nuestra posición y que estábamos esperando ayuda de las autoridades. Por su parte, él nos informó que estaba viajando con su esposa a las islas Marquesas y deseaba saber si había algo en que nos podía ayudar. Le agradecimos y contestamos que no, pues a él le esperaba un viaje más largo y azaroso, y era por tanto inútil pedirle ayuda, pues tampoco contaba con equipo de radio”.
Habían pasado nueve días a la deriva, en circunstancias adversas en que agua y alimentos comenzaba a escasear. El mar movía la embarcación y el personal se mareaba, además la comunicación por radio era casi nula, no podían transmitir, hasta que el 13 de marzo el BAE “Cayambe” apareció por el horizonte y luego arribó trayendo la ayuda que tanto habían esperado. Entregaron un nuevo motor de arranque, el que resultó de un tipo ligeramente diferente, por lo que no sirvió, y por lo tanto se perdieron las esperanzas de reanudar el crucero oceanográfico. Dadas las circunstancias, el “Tati” fue remolcado por el “Cayambe” hasta Manta, en donde los esperaban funcionarios del Instituto Oceanográfico y familiares, que preocupados, habían acudido a dicho puerto.
El teniente González nos da la siguiente conclusión al respecto de las investigaciones efectuadas: “A pesar de que el BP “Tati” no pudo completar las importantes mediciones que se le habían asignado, los datos que se obtuvieron, complementados con otros tomados en la misma época por varios buques extranjeros en nuestras aguas, tales como el R/V “Trident” de la Universidad de Rhode Island y el R/V “Moana Wave” de la Universidad de Hawai, así como las observaciones realizadas por varios buques en países vecinos, vinieron a corroborar la teoría de que a principios de 1975 se produjo un fenómeno de características e intensidad reducidas, que afectaron en forma relativamente moderada a los países del área del Pacífico”. Concluía así una aventura a la que los hombres de mar están siempre expuestos.
Víctor Manuel Valencia Nieto: En la provincia del Pichincha, cantón Mejía y exactamente en Machachi, el Ecuador vio nacer a su fiel cantor y cultivador de la buena música. Me refiero a don Víctor Manuel Valencia Nieto; esto ocurrió el 24 de diciembre de 1894. Hijo de Manuel Valencia y doña Eloísa Nieto, terminados sus estudios primarios pasó al Instituto Nacional “Mejía”, para luego de graduarse de bachiller, continuar sus estudios de “calígrafo”, tarea en la que trabajó durante 28 años en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue condecorado por dos ocasiones, siendo declarado “El mejor calígrafo de América”. Más de sesenta canciones son su legado, entre pasillos, yaravíes, pasacalles y albazos. Destaco los pasillos: “Hacia el ayer”, “En la cruz”, “Lejos de ti”, “Es en vano” y “Mi voluntad”; los albazos: “Ay no se puede”, “Dolencias”, “Tormentos”, y el yaraví “Quiero, aborrezco y olvido”. Valencia Nieto, un compositor ecuatoriano inolvidable, murió el sábado 24 de diciembre de 1966 a los 72 años de edad. Este famosísimo albazo fue compuesto en la ciudad de Quito, en una noche de abril de 1935.