MI PUEBLO Y SU FOLCLOR no tienen comparación
Yo nací en una bella tierra muy parecida al Edén, de montes, llanos y sabanas, donde corren ríos por doquier. Es una región inmensa, muy difícil de recorrer; allá canturrean los gallos anunciando el amanecer. Mi pueblo en su larga existencia, aún pervive en el ayer y sus personajes folclóricos, hoy quiero darlos a conocer: el curandero Esculapio Ramírez atiende más que erudito doctor; no habrá quebradura o lisiadura que no tengan recomposición. Untando cebo de culebra, hojas de copal y mentol, trincando las zafaduras con tiras de tela, haciendo extrema presión. El paciente guardará descanso hasta ponerse más mejor; también cura de espanto, si aguaitó alguna mala visión, si la gallina cantó como el gallo o lo viene a visitar un alma en penación. Tal vez le echaron “mal de ojo” por envidiar su posición, don Esculapio es una eminencia pa’ darle solución. Con los montes que él conoce, aguardiente, huevo más limón, sobándole todo el cuerpo, rezando secreta oración, sentirá la mejoría en tres días de curación. Recuerdo a doña Pura y doña Santa, dos beatas “lenguas largas”; la una no muy pura, la otra no tan santa, acosan al padre-cura con impertinentes miradas. Critican la vestimenta: de las señoritas las faldas, que al mostrar las pantorrillas, para ellas es una infamia: “La mujer de hoy en día ya no viste recatada, se chantan vestidos cortos, luciéndose descotadas”. Cuchichean del alcalde mayor, de los legistas y sus leguleyadas, de sus malsanas habladurías el prior no se les escapa, ni la esposa de don Eusebio, diciendo que es dama corneada; pa’ no caer en divina condenación, largas horas rezando en el templo se pasan. Ladrándole van los perros al tonguero Juan Zurita, comerciante de barranco que nuestro pueblo visita, desde la alta sierra aún baja, con abundantes mercaderías, portando cayado de madera en la diestra pa’ espantar fiera jauría; también pa’ medir las telas, esta vara le servía, cargando pesados bultos en sus espaldas, vastas regiones recorría, ofreciendo chucherías a su clientela fija: santitos, colchas, paños, esteras; cobrando a “la sencilla”, anotando los valores en desgastada libreta, ninguna cuenta se perdía. Muchas veces jue asaltado el ‘tonguero Zurita’, pero nunca doblegaron su anhelo de ganarse la platita. Sobrenombre heredado, de su bisabuelo ‘El Chapulo’, sargento Mariano Rendón, hombre valerosamente adusto. El bisnieto ‘ Chapulo Rendón’, cuando andaba tragueado, contaba inverosímiles hazañas entre realidades y embusto, del juramento en La Victoria, de la toma de Palenque, que causó tal barajusto al Gobierno de Caamaño. Combatiendo en Maculillo, fue casi muerto en Pizcano, salvándolo a Nicolás In- fante hasta de ser fusilado; el bisnieto bien jumo palabreaba con Alfaro, gritando: ¡abajo la argolla!, que nos está apretando. Cantando vide a Santos Amador Rugel, ‘el poeta de la sabana’, verso rimado al granel, de su ancho pecho brotaba: Soy cantor de la montaña//sin ser leído ni escribido//llevo aguzado er sentido//igual que cortante guadaña. Quién por derrochar se afana//después se quedará a pedir//hasta donde nos da la sábana//nos arroparemos pa’ dormir. La gallina invita al pato// a su estancia a nadar//pero resulta el caso//que no hay agua ni pa’ tomar. Al entrar a la pulpería del chino Jacinto Chong, curiosidad y extrañeza nos invadía, miles de cosas raras en las perchas exhibía, pinturas de dragones con sus dioses de la China, entre licores y telas, herramientas de carpintería, sin jamás faltar porcelana fina; él nunca a nadie fiaba, constante y sonante vendía, solo fumando tabaco se la pasaba el bendito día. Dale y dale a la guitarra, porque tocar era su oficio, dormitaba bajo una ramada el ‘Guitarrero Circunciso’; diariamente trasnochaba, acompañado del requinto, alegrando toda parranda o animando algún bautizo. La serenata nunca faltaba en aquellos enlaces idílicos, después lo hacían compadre nombrándolo padrino. La tristeza nos embargó al morirse Circunciso, que lo entierren con su guitarra jue su último pedido. Apareció de repente como caído del cielo, singular personaje llamado ‘el Milagrero’, usando locuaz verborrea igualito a un cuentero, pronosticaba, anunciaba, el comportamiento de los elementos: “Mañana habrá temblor”- y temblaban los terrenos. “Prepárense pa’ un fuerte aluvión”- como cosa del diablo, se desataban los aguaceros. Tenía gran credibilidad entre la gente de mi pueblo, viniéndolo a consultar: gamonales, sencillos agricultores, potentados ganaderos; cada quien iba dejando un significativo “presente” al magnífico agorero, descendiente de un calé viejo. Estos y muchos personajes más, constituyen el folclor de este suelo costeño; si ustedes quieren pa’ otra ocasión, si me prestan oídos, les haré otro cuento.