EL CICLÓN QUE AMENAZÓ AL BAE
El 28 de septiembre de 1987, el buque escuela Guayas desatracaba de su muelle para hacerse a la mar. A bordo iban embarcados 20 guardiamarinas para cumplir con el IX crucero internacional de instrucción, cuyo derrotero comprendía Guayaquil, Bora Bora, Papeete, Suva, Gladstone, Brisbane, Hobart y Sidney. Culminado este, el 28 de enero de 1988, iniciaría el mismo día desde Sidney el X crucero internacional, para lo cual se embarcarían otros 23 guardiamarinas, para alternarse con los anteriores. Hasta esa fecha, este sería el más largo de todos los cruceros realizados.
Lo que no se sabía es que la furia de la naturaleza atacaría al buque sin piedad y pondría a prueba a la dotación completa. Decía el comandante del buque en sus memorias, tiempo después: “Sabíamos que no es lo mismo navegar en cruceros cortos, teniendo puerto seguro al alcance de la mano… En este caso, tendríamos el contacto solitario con el mar durante decenas de días, que se nos antojaban eternos, a miles de millas de nuestras tranquilas aguas y en mares conocidos por su dureza y peligrosidad”.
Eran las palabras que emanaban de un hombre formado por la experiencia y el carácter, en su oficio de dirigir hombres en la mar y en su responsabilidad superior y única de conducir su nave por buen rumbo. Se trataba del capitán de fragata Fernando Donoso Morán, a quien el mando había escogido por su trayectoria para esta difícil misión. Decía aquel: “Lo que se logra con dificultades y sufrimientos es más valioso e imperecedero, se lo recuerda y se lo lleva con el máximo de cariño y guardado en lo más profundo del corazón”.
Fernando Donoso Morán había nacido en Quito, siendo su padre el capitán de ingenieros del Ejército Ángel Donoso Arias, quien falleció joven todavía, defendiendo la Constitución, durante una asonada en la que el coronel Carlos Mancheno intentaba derrocar al Dr. José María Velasco Ibarra. Su bisabuelo fue el sargento mayor del Ejército alfarista Ramón Arias Romero, asesinado en Cajabamba con un disparo que le propinó algún enemigo de la revolución. Tenía pues este joven ancestro militar y él también se decidió por la profesión de las armas, al igual que su hermano Jorge, quien con el paso del tiempo llegaría a ostentar el grado de vicealmirante y también sería comandante general de Marina.
Ingresó a la Escuela Naval Militar el 3 de marzo de 1964, en la que permaneció hasta el 22 de diciembre de 1967, fecha en que obtuvo sus despachos de alférez de fragata. En sus primeros años de oficial sirvió en los buques de guerra Esmeraldas y Alfaro, luego pasó a Galápagos y otros repartos de la Armada, logrando una gran experiencia cuando comandó accidentalmente al BAE Cayambe.
En 1971 comenzó su carrera como aviador naval, luego de un esforzado entrenamiento para acumular las horas de vuelo, lo que le permitió recibir el curso de vuelo instrumental en la Escuela de Aviación de Guayaquil. Participó activamente en el desarrollo de la Aviación Naval, como reparto, y con el tiempo tuvo una larga trayectoria como piloto de la Avinav, que estas pocas líneas no nos permiten detallar. En 1981, durante el conflicto con Perú, que se denominó Guerra de Paquisha, se encontraba sirviendo en el buque escuela Guayas, como segundo comandante, pero se puso a las órdenes del comandante de la Aviación Naval y pasó varias semanas cumpliendo todas las operaciones de patrullaje diurno y nocturno que se programaron, en vuelos constantes durante la emergencia.
En 1984 realizó el curso de Estado Mayor en la Academia de Guerra Naval y en febrero de 1985 ascendió a capitán de fragata. Dicho año ejerció el comando del destructor Morán Valverde y posteriormente pasó a otros destinos, hasta que en septiembre de 1987 fue designado comandante del Guayas.
Diremos de una vez que con el paso del tiempo iría ascendiendo hasta llegar al grado de almirante 4 estrellas, y el 9 de mayo del 2000 ocupó la Comandancia General de Marina, alto cargo que desempeñó hasta el 21 de febrero del 2002, realizando una gran labor al mando de la institución. Posteriormente, el almirante Donoso diría: “Mi carrera naval no fue
EL BUQUE ESCUELA “GUAYAS, CAPEANDO EL CICLÓN, ESTABA COMANDADO POR EL CAPITÁN DE FRAGATA FERNANDO DONOSO MORÁN, RECONOCIDO HOMBRE DE MAR QUE LLEGÓ AL GRADO DE ALMIRANTE.
infructuosa, fue una vorágine marcada por los éxitos, las glorias, las vicisitudes y también por los reveses. Maniobré con éxito en muchos temporales. Al final siempre salí triunfante, agradecido de Dios y mi noble institución”.
LA FURIA DEL CICLÓN CILA
Durante la ejecución del X crucero internacional de instrucción, el buque escuela Guayas zarpó de Wellington, Nueva Zelanda, y puso rumbo a Valparaíso, sobrepasando los “Rugientes 40”. Muy cerca merodeaba el ciclón Cila, en el frío Pacífico Sur. Este fenómeno se desplazaba con furia y según datos producía olas altas y potentes, y vientos de más de 70 nudos de velocidad. Uno de los tripulantes del buque que vivió aquellos duros y peligrosos momentos, el sargento primero Eduardo Sandoval, efectuó un detallado relato sobre este episodio en la revista Bitácora, informativo gráfico naval de la Armada, de quien paso a transcribir en parte:
“El miércoles 2 de marzo de 1988, igual régimen normal. De repente, “prohibido transitar por cubierta, buque en condición yankee”. El mar se va poniendo muy movido, el señor segundo comandante en formación en la cámara nos dice: ‘El huracán nos alcanzará por más que hemos tratado de evitarlo…’. El buque comienza a moverse más de lo acostumbrado… Parece que ya nos agarró el Cila. Se apaga la luz, gritos de alarma, salimos a tientas, se vuelven a escuchar los gritos: “Es una emergencia, salir lo más rápido posible, todo el mundo a cubierta, más rápido”. Se oye un grito: “Necesitamos dar el aparejo de cuchillo, estamos sin gobierno, ¡moverse!”. Luego se prende la luz, los electricistas lograron prender el generador de emergencia y la máquina principal está fuera de servicio…”.
“Logramos izar la trinquetilla, el stay de gavia y el stay de mesana; el buque responde, íbamos a la deriva. El agua entra por la borda, el buque se hunde y sale del mar; la gente cae, se resbala y se levanta, cobra la driza, cobra la escota. Otro cae, la lluvia se intensifica, la cubierta resbalosa y las escoras de treinta y cinco a cuarenta grados, sacudones; se pierde a cada momento el equilibrio. Se aferra la vela trinquete. Máquinas res- ponden, repararon el daño. Se carga el aparejo de cuchillo y la vela trinquete no se puede aferrar”.
“Siguen hombres cayendo, alguien se corta un dedo pero no de gravedad, golpeados y contusos nada más. Termina la emergencia… Suena la alarma otra vez, el buque se mueve más que antes, se apaga otra vez la máquina. Salir rápido dicen y lo hacemos con el chaleco salvavidas en la mano y nos ponemos. El viento pasa de los sesenta nudos, ha desaferrado el juanete y el sobre del trinquete, también el velacho. Golpean ensordecedoramente. El buque se escora ya muy peligrosamente. Entra demasiada agua por la borda, las falucheras trabajan muy bien dejando salir el agua que entra, si alguien resbala en una de esas bruscas caídas iría a dar al mar…”.
Los marinos al mando del comandante Donoso trataban de sobrevivir la arremetida del mar. Se vieron vivencias variadas a lo largo de la emergencia, pues cada cual sufría indistintamente el momento: un marinero quedó colgado de los nervios, más la escora lo regresó al buque. El comandante en el puente de botes ordena a gritos “izar el foque”, el buque se escora repentinamente a 40º, sobre aquello dice el sargento Sandoval: “desaparece el comandante de nuestra vista. Cayó al agua, me gritan en la oreja, y otro dice: no allí está aferrado a la borda y nuevamente a gritos ordena: izar el foque, rápido”.
El comandante, oficiales, guardiamarinas y tripulantes todos mezclados, luchan para salvar su buque. El viento sube a 70 nudos de fuerza y el mar con todo su rigor azota al buque. El comandante ordena bajar al interior y mantenerse alerta. Las velas están hechas girones, gualdrapeando desafiantes al viento, y este salvajemente desgarrándolas pedazos a pedazos, satisface su furia.
Por fin, después de doce horas de capear el terrible ciclón, este fue amainando y pasó el peligro. El buque está maltrecho, el barbiquejo roto y hay mucho qué reparar. El comandante Donoso considera que es muy difícil seguir en el rumbo y toma las precauciones. Esta es una de las circunstancias por la que se puede decir “el que no sabe orar que no vaya al mar”.
Dotación de oficiales del B/E “Guayas”, presididos por el capitán de fragata Fernando Donoso, comandante del buque durante el IX, X y XI cruceros.
Almirante Fernando Donoso Morán. El “Guayas”, cual buque marinero, soportó la furia del ciclón Cila. La tripulación luchó para sobrevivir ante la arremetida del mar.