LA AURORA GLORIOSA
El amanecer del 9 de Octubre de 1820, que rayó por el este en nuestro horizonte, fue aquel en que la libertad, la independencia y la autonomía brillaron con aire majestuoso, y remontaron a Guayaquil sobre la cima de los Andes para liberar a todo nuestro país.
José Joaquín de Olmedo, quien fue inspirador, pensador y conductor de la Revolución, no pudo contener su emoción al recibir los partes militares de Sucre y Santa Cruz anunciándole el triunfo de Pichincha el 24 de mayo de 1822. Y gritó en el semanario guayaquileño El Patriota de Guayaquil su viril mensaje a los ciudadanos:
“Guayaquileños: Cuando nos propusimos ser libres no podíamos dejar gemir en la opresión a los pueblos que nos rodeaban: la empresa era grande, y los tiranos miraron con desdén nuestro noble arrojo. ¡Crueles! Ellos creyeron que vuestra sangre, que tres veces corrió en Guachi y Tanisagua, debilitaría y extinguiría la llama de vuestro amor patrio: pero se hizo más viva; y mientras vuestros hijos, hermanos y amigos corrieron a las armas, doblamos los esfuerzos, y todos nuestros recursos fueron empleados para conducir en nuestro auxilio a los hijos de la inmortal Colombia”.
“Guayaquileños: Quito ya es libre: vuestros votos están cumplidos; la Providencia os lleva por la mano al templo de la paz, a recoger los frutos de vuestra constancia y de vuestros sacrificios”.
Estas palabras dejan traslucir que en la ciudad-puerto había una marcada intención por pertenecer al Estado de Quito antes que a un Perú que aún no existía como país, y menos a una Colombia lejana y desconocida. Al respecto, el Acta de la Independencia de Guayaquil es un documento singularmente transparente al mostrar las preocupaciones de los guayaquileños:
“Se acordó igualmente que se expidiesen dos expresos a los Ayuntamientos de Quito y Cuenca, poniendo en su noticia la nueva forma de gobierno establecido en esta ciudad, exhortándolos a la uniformidad de sentimientos y operaciones conducentes a la independencia general de América”.
Documento que no dice una palabra sobre dirigir mensajes a Bolívar y San Martín. A ellos no se los quería involucrar en la estructuración interna del país. Los mensajeros especiales enviados a estos dos grandes libertadores de América tienen otro contenido, alcance y significado al que ya nos hemos referido hasta la saciedad en este trabajo. Esto es, la necesidad del soporte militar de por lo menos uno de los poderosos vecinos que los rodeaban. En verdad, si había conciencia de que las fuerzas guayaquileñas eran insuficientes – ello parece ser obvio– era necesario tomar contacto con los dos grandes ejércitos que luchaban por la independencia, al norte y al sur de Guayaquil.
Los ideales de la Revolución octubrina expresados por Olmedo, que constan en todos los documentos emitidos en torno a la independencia, libertad y autonomía, recogen los profundos sentimientos republicanos, liberales, indisolubles, que profesaba tanto la mayoría de sus dirigentes, como los ciudadanos de la Provincia Libre. Ellos expresan con claridad meridiana las tendencias unitarias de los guayaquileños hacia el conjunto del país. Y la profundidad de estas propuestas termina con aquella errónea y distorsionada interpretación de un Olmedo y un Guayaquil aislacionista, que solo piensa en sí y no en el país. Claro que ahí está expresado el valor y la importancia de una provincia que no quiere ser devorada ni por el nuevo Estado ni por la nueva República.
Documentos, estudios y publicaciones historiográficas ya han hecho evidente que la dinamia, alcance y objetivos de la Revolución del 9 de Octubre de 1820, procuran estructurar una sociedad diferente a la colonial, que es lo que les impedía desarrollarse. Su ideología y actitud republicanas y autonomistas la identifican e incluyen dentro del cauce emancipador continental total. La independencia de Guayaquil es el resultado de un proyecto que logró registrarse en un propósito general americano. Es el efecto del triunfo de una ciudad y su provincia, de sus elites y sectores sociales; en otras palabras, de una burguesía mercantil en ascenso. Es la consecuencia de una intención autonomista,
Monumento a los próceres de la independencia.