GEORGE ANSON es esperado en Guayaquil
Habiéndose declarado, por diversas circunstancias, la guerra entre Inglaterra y España el 23 de octubre de 1739, los ingleses entraron en la contienda decididos a golpear al poder marítimo de España en sus colonias de América. Por un lado envió al mar Caribe una poderosa armada, que puso bajo el mando del vicealmirante Edward Vernon.
Vernon alcanzó triunfos iniciales en Portobelo en 1741, pero sería rechazado de Cartagena por el almirante español don Blas de Lesso. Las actuaciones del almirante inglés en el Caribe no afectaron mayormente al Virreinato peruano, a no ser por la dispersión de los caudales que habíase enviado para la celebración de la Feria de Portobelo, pues buena parte de ellos fueron desviados a Guayaquil y hasta a Quito, para evitar que cayera en poder de los británicos.
Por otro lado, el frente bélico en la Mar del Sur le fue confiado al comodoro George Anson. La flotilla naval a sus órdenes zarpó de Portsmouth el 18 de septiembre de 1740 y estaba conformada por el Centurión, de 60 cañones y 400 hombres, como buque insignia, seguido de una poderosa flota.
La Corona española aprestó, por su lado, una fuerza naval de cinco navíos al mando de D. José Alonso Pizarro, quien zarpó de Santander en octubre de 1740, con la misión de proteger la Mar del Sur de la expedición del comodoro Anson. Su escuadra se dispersó en el Cabo de Hornos, perdiéndose dos de sus naves.
Anson con su Armada arribó a la isla Santa Catalina, donde permaneció en espera de buen tiempo para doblar al Cabo de Hornos. En vez del buen tiempo, para el cual se demoraron, soportaron un mes de tormentas que hicieron perder contacto a las diversas unidades de la escuadra. Cuando hizo su arribo a las islas de Juan Fernández, el 9 de junio, el Centurión estaba solo. Algo después llegaron el Trial, el Gloucester y los transportes. Uno de estos, el Anne, estaba tan averiado que prefirióse desmantelarlo. En cuanto a la tripulación y tropas, de 1.961 hombres que disponía al entrar al estrecho, apenas le quedaban a Anson 335.
El virrey del Perú, don José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, marqués de Villagarcía, había recibido la alerta respectiva, pues desde Buenos Aires fue comunicado de la presencia de Anson en el océano Atlántico, es decir, antes de que proceda a doblar el Cabo de Hornos. Se apresuró, por tanto, a alistar en El Callao la escuadra virreinal con los siguientes buques: Concepción, con 50 cañones; el Sacramento, con 40; el San Fermín, montando otras 40 piezas y el Socorro, con 24 cañones. El comando de esta escuadra fue confiado a don Jacinto de Segurola, alistándose además en tierra dos regimientos de caballería con 500 hombres cada uno y uno de infantería con 1.000 plazas.
Mientras tanto, en Guayaquil también se agilitaban las defensas. El 7 de febrero de 1741 se había recibido noticia de la venida del escuadrón del general Pizarro con 5 navíos, para la defensa de estos mares. El oidor de la Audiencia de Quito, don Juan Romualdo Navarro, fue nombrado para dirigir la defensa de la ciudad. Una junta de guerra que se reunió en mayo, dispuso la entrega de los fondos propios de la ciudad para su defensa. Los oficiales reales, tan leales a la Corona como indiferentes a la suerte de la ciudad, se negaron a sufragar los gastos para las obras de fortificación que los militares realizaban, alegando encontrarse exhaustas las cajas.
En vista de ello el Cabildo guayaquileño, en septiembre de ese mismo año, dispuso la entrega de su dinero al sargento mayor don Francisco Casaus, solo con la condición de que si el virrey no aprobaba la inversión tenía aquel que rembolsar al Cabildo de su propio peculio. Una nueva junta de guerra celebrada el 3 de diciembre, a raíz del incendio de Paita, puso de manifiesto la mala fe de los oficia- les reales al negar los recursos a su cuidado para proteger la ciudad: mientras en ocasión anterior se excusaron por no tener disponibilidades, ahora alegaron que por el peligro de una invasión, habían remitido los fondos reales a un sitio alejado de la ciudad. El presidente de Quito, con más sentido común, remitía, por febrero de 1742, tropa reclutada en el distrito para la guarnición de Guayaquil.
La escuadra virreinal al mando del general Segurola, desde el Callao, salió al encuentro de Anson explorando las costas a partir de mediados de abril de 1741; a su vez escoltaba un convoy de buques mercantes con rumbo a puertos chilenos, para continuar después en busca de Anson, a quien se suponía hallar en las proximidades de las costas de Chile. En efecto, patrullaron hasta las islas de Juan Fernández, donde permanecieron hasta el 6 de junio. Suponiendo que dado lo avanzado de la estación no era ya verosímil que el marino inglés se hubiese atrevido a cruzar el Cabo de Hornos, Segurola decidió dirigirse hacia Valparaíso, donde le aguardaban los expresados navíos mercantes, para emprender el tornaviaje al Callao. Tres días después, el 9 de junio, cuando ya las naves peruanas estaban muy lejos, entraba en la bahía de Cumberland el intrépido Anson, a bordo del Centurión, aunque maltrecho y desarbolado.
Relata Julio Estrada que “en este mismo mes Anson se apoderaba del Nuestra Señora de Monte Carmelo, salido del Callao con destino a Valparaíso, con azúcar y otras mercaderías, además de unos 23.000 pesos en monedas. Para causar los mayores estragos al comercio colonial, el marino inglés distribuyó sus barcos: a Paita envió al Gloucester y a Valparaíso el Trial, quedándose él con el Centurión y el Monte Carmelo, que fue armado convenientemente. En el trayecto capturaron algunos buques con mercadería y otros valores.
“El 24 de noviembre atacó Anson a Paita, tomando un botín avaluado por los ingleses en
LA CORONA INGLESA CONFIÓ AL COMODORO GEORGE ANSON UNA PODEROSA FLOTA PARA ASESTAR DUROS GOLPES A LAS COLONIAS ESPAÑOLAS EN AMÉRICA. ÉSTAS SE PREPARARON PARA LA DEFENSA.