PROYECTO REVOLUCIONARIO
El hombre a lo largo del tiempo, en su eterna búsqueda de lo inmutable y de la verdad, apeló primero a lo sobrenatural, a lo mítico. Más tarde, conforme se transformó en gregario, desarrolló la tradición, la memoria histórica y el sentido de lo permanente. Es a través de la vida en comunidad que empieza a descubrir que su relación con sus congéneres ya no es solamente entre individuos que buscan la fortaleza del grupo, sino que hay algo más: progenitores, hermanos, hijos, etc., que forman un grupo de personas vinculadas por lazos de índole afectiva. De este contacto nace el reconocimiento de los ancestros y el interés por las generaciones pasadas. Esta relación de clan que se mantiene inalterable a lo largo del tiempo estimula al individuo a estudiar causas y orígenes, práctica que lo lleva a entender que una vez explicadas y comprendidas, le sirven para desarrollar su propia vida. Así surgen la familia, la tribu, la nación. Esta experiencia, desde su origen, hace del hombre un ser histórico sin igual, sin alias. Tiene una identificación exclusiva de su propiedad, intransferible, pero que responde a la reminiscencia de personajes y hechos que se han desarrollado en un mismo territorio. Es decir, se identifica con su etnia y ámbito.
Mas, si la sociedad se desentiende de la historia de este hombre hipotético, de dimensión y espacio dentro de su región natal o adoptada, es imposible que se llegue a comprenderlo. Esto ha ocurrido en nuestro país, es lo que han hecho la gran mayoría de los historiadores y educadores ecuatorianos con el hombre litoralense. La historia es una ciencia vital para la comprensión total del hombre y su sociedad. En nuestro caso particular se la ha distorsionado, ¿intencionalmente?, en un torpe intento de incluirnos a todos en una sola similitud. En otras palabras, se ha “ponchonizado” no solo la pobreza sino nuestra identidad. El estudio de nuestra historia debe ser conducido sin silencios ni sesgos, entonces veremos que este es el más expedito camino para reconocernos en nuestra diversidad, entendernos y alcanzar la superación de este colorido mosaico humano, costumbrista y paisajístico que es el Ecuador.
Este constante trabajo por hacer hincapié en nuestras diferencias para rescatar las afinidades, restablecer los sentimientos cívicos que siempre han honrado a litoralenses y serranos, recuperar la memoria histórica de Guayaquil y del litoral, mostrar e inculcar a la juventud nuestros símbolos de identidad median- te el estudio de la historia, etc., son un empeño y posición indeclinables por parte de quienes trabajamos en esa dirección. Guayaquil obtuvo su libertad no por una explosión emotiva o reacción de un momento. La alcanzó como resultado de una meticulosa planificación concebida desde mucho tiempo atrás, en el seno de la sociedad porteña y en estrecha vinculación con los ideales de la independencia de los Estados Unidos, la Ilustración, la Revolución Industrial inglesa, la Revolución francesa y de los gestores de la libertad Latinoamericana. La élite guayaquileña, que bien la podríamos identificar como lo que hoy se conoce como sus fuerzas vivas, a través de liberales republicanos y pensadores ilustrados como Rocafuerte, Roca, Vive- ro y especialmente Olmedo como líder de la libertad guayaquileña y emancipación ecuatoriana, se mantuvo en permanente contacto con ideales, líderes y sociedades secretas internacionales, en las cuales se apoyaron y complementaron el ideario de la revolución. “Entonces la ideología del enciclopedismo, fruto de los más preclaros masones y filósofos franceses, abrió amplias perspectivas a los sentimientos embrionarios de los americanos. El principio de soberanía emanado del pueblo, trajo por consecuencia el desprestigio del carácter divino de la monarquía” (Jorge Núñez, 1997). De ellas partieron las actividades de los hombres que se esforzaron por aniquilar al imperio español en América. Entre los fundadores de las ramifica-
JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO, PRÓCER, POLÍTICO, LEGISLADOR Y POETA, FUE EL GRAN LÍDER DEL PENSAMIENTO INTELECTUAL Y REVOLUCIONARIO QUE NOS LLEVÓ FINALMENTE A LA INDEPENDENCIA
Iglesia de Santo Domingo.