LA HERENCIA COLONIAL (SEGUNDA PARTE)
EEl descubrimiento de América es uno de los elementos fundamentales dentro de la etapa de desarrollo histórico conocida como La Revolución Comercial. La incorporación de nuevos territorios a las potencias nacientes, que amplían sus perspectivas de crecimiento con base en la actividad comercial, será un factor que permitirá el proceso de acumulación en la fase inicial del capitalismo. En esa línea, la presencia española en sus inicios impondrá el funcionamiento de una estructura política-económica que le permitirá apropiarse de los metales y piedras preciosas (primero a través de arrebatar las figuras y objetos ornamentales portados por los aborígenes, y luego mediante la explotación de yacimientos y minas), e incidirá en la alteración del sistema precedente, fundamentado en el trabajo colectivo, la disposición organizada de la mano de obra para las tareas agrícolas, el reparto de bienes de acuerdo a las necesidades comunitarias y un aparataje institucional de administración imperial en condiciones de llegar hasta los últimos rincones de sus dominios. Esta actitud de imposición del poder se ampliará, con el paso del tiempo, hacia la ocupación de las tierras, su explotación, el uso de la mano de obra indígena en condiciones de servilismo y la sumisión total de la población americana a través de procedimientos violentos, superposición religiosa e intentos de anulación de sus costumbres y hábitos.
Precisemos las características que asumió el denominado choque civilizatorio (en palabras del investigador brasileño Darcy Ribeiro) en los territorios de esta parte de América. La economía de esta área, a la llegada de los conquistadores ibéricos, se asentaba en un sistema productivo agrícola, con una relativa organización y un uso racional de los recursos y técnicas. En la mayoría de las áreas geográficas controladas por el Imperio Incásico, la tierra se encontraba bajo el control del Estado centralizado y su manejo estaba a cargo del ayllu. Este re- gía la dinámica de producción y vida de la comunidad, y cumplía el rol de instrumentar la permanencia integradora de ella. Así, las características de esta forma de estructuración económica y social, con ausencia de mercancía y una organización productiva en condiciones de regir una gran masa de población dispersa por el enorme territorio, sentó las bases para que el conquistador y colonizador español armara un sistema utilitario en provecho de la Corona imperial. En consecuencia, la conquista y la colonización inmediata se lograron asentar en el patrón incásico de organización y control, aprovecharon la existencia de esas estructuras productivas, ya en vías de ser excedentarias, y consolidaron su control utilizando esa administración concentradora y centralizada del poder.
El patrón de dominación española se perfilará de acuerdo a las especificidades de la vida comunitaria en cada uno de los territorios ocupados. Quito, que se asume el centro de la presencia colonial en esta región, se establecerá hacia 1534 como un primer centro urbano de expansión militar, y dos años después, en 1936, como un centro de organización jurídica y política. La economía colonial quiteña se fundó (y esta es una característica generalizada en todas las áreas andinas ocupadas por los españoles) en la apropiación de riquezas y ornamentos metálicos y luego, cuando su dotación decae y las exigencias de la Corona para obtener riqueza se acentúan, en la extracción de metales mediante el procesamiento. Ello ocurre en nuestros territorios al debilitarse y declinar la explotación minera de México. La ambición acumuladora de los conquistadores y colonizadores les hace mirar a Quito y su zona de influencia como un área interesante de explotación minera. Para la ejecución de esta actividad extractiva, el colonizador utiliza la mita ( forma de participación colectiva en el trabajo ya existente en la etapa precolombina), que será el mecanismo que se instrumentará para tal objetivo, pero ahora como mecanismo compulsivo para obligar al traslado masivo de mano de obra de su lugar de origen a su lugar de trabajo. De esta manera, los territorios de varias de las actuales provincias andinas centrales, como Chimborazo, Cotopaxi, Tungurahua y parte de Pichincha, experimentarán fenómenos migratorios hacia los centros mineros y, en consecuencia, se alterará la dinámica agrícola con las lógicas consecuencia de marcados períodos de crisis y estancamiento productivo. Con posterioridad, esas regiones pasarán a constituirse en núcleos productivos complementarios, como abastecedores de los dinámicos centros mineros de Perú y del Alto Perú (Bolivia).
Como observamos, Quito funcionó como centro jurídico-político para “racionalizar” la economía nacional. Ello se demuestra por el hecho de que surgió dependiendo del Virreinato de Lima.
LA INTEGRACIÓN DE LA ECONOMÍA DE LAS COLONIAS A LA METRÓPOLI ESPAÑOLA TRAJO CONSIGO DIVERSAS REACCIONES DE LOS POSESIONARIOS DE TIERRAS COMUNALES EN AMÉRICA.
El desarrollo de la economía minera fundada, más que en la
Telares coloniales.