El Hospicio del Corazón de Jesús origen, organización y vicisitudes de sus primeros años
El 7 de septiembre de 1888, pocos meses después de establecida la Junta de Beneficencia Municipal de Guayaquil, esta entidad recibía el legado que testara a su favor el filántropo guayaquileño señor Manuel Galecio Ligero.
Dentro de esa herencia se registraban 23.242 sucres que debían destinarse a la construcción de un asilo de ancianos y pobres desvalidos -que fuera uno de los primeros proyectos mentalizados por la Junta al tiempo de su formación- con la condición de que la entidad pusiese también un monto similar para el efecto.
El señor Galecio, quien solo tenía tres meses de haber enviudado de doña Mercedes de Jesús Pereyra (a nombre de quien hizo las donaciones) incluiría además en su legado, una cuantiosa fortuna y parte de la producción de su hacienda Los Ángeles para que la obra pudiera sostenerse a través del tiempo, incluyendo, además, un edificio frente a la Plaza Rocafuerte y otro que estaba ubicado en la Calle Luque, el mismo que debía utilizarse como asilo para niñas.
Gracias a esta importante donación, la Junta de Beneficencia inició conversaciones con el señor José Joaquín Olmedo, (hijo del Prócer) -quien venía precedido de fama de buen arquitecto - con el fin de que él se haga cargo del proyecto y poder iniciar cuanto antes su construcción.
El señor Olmedo se asoció para el efecto con los señores Pedro Pablo Gómez y Adolfo Hidalgo (constructores también) y contrata a dos de los mejores maestros carpinteros que para aquel entonces había en Guayaquil, los señores Antonio y Gregorio Galán, para que ellos a su vez se encarguen de formar el mejor equipo de obreros posible a fin de iniciar los trabajos.
El terreno, que era de grandes dimensiones -pues tenía un área superior a los veinte mil metros cuadrados- fue donado por Don Francisco Aguirre Jado (hijo del ilustre patricio señor don Francisco Xavier Aguirre Abad), y se hallaba al norte de la ciudad en un sector conocido como Bellavista por lo hermoso de su paisaje, bañado por las aguas del Estero Salado, con árboles frondosos y veredas a manera de playones que permitían su uso como balneario.
El espacio sobre el que se construiría el proyecto era muy grande pues el diseño presentado por el arquitecto Olmedo requería de algo más de 3.250 metros cuadrados que estarían distribuidos en salas, comedores, bodegas, cocinas, patios, corredores y dormitorios, suficientes estos para alojar cómodamente a más de doscientas personas, entre hombres y mujeres.
Los trabajos se iniciaron el 24 de octubre de 1889, finalizando dos años y ocho meses después, el 25 de junio de 1892, fecha en la que empezaría el trabajo necesario para equiparlo con el mobiliario requerido.
Desgraciadamente Don Manuel falleció el 11 de Marzo de 1889, seis meses antes de iniciarse la construcción, por lo que le fue imposible ver el Hospicio terminado.
Sin embargo, uno de los pedidos que hizo antes de morir, que fue el de que una vez terminada la obra se le pusiera el nombre de “CORAZÓN DE JESÚS”, se cumpliría a pie juntillas pues esa había sido la voluntad de doña Mercedes, su esposa, al momento de que hicieran la donación de los recursos que permitirían su construcción.
Es de destacar el espíritu filántropo y solidario que siempre caracterizó a los esposos Galecio – Pereyra, pues de mucho tiempo atrás ellos tenían por costumbre estar donando recursos para causas nobles o para personas que requiriesen de auxilio inmediato.
Doña Mercedes de Jesús Pereyra, poco antes de su fallecimiento, había hecho una donación de 1.800 sucres para que se realicen mejoras en el Manicomio Vélez y otra suma, mucho más importante, con el fin de que se construya una sala maternidad en el Hospital Civil (lo que hoy en día es el Hospital Luis Vernaza).
Y para terminar lo referente a la ayuda prestada por los filántropos guayaquileños en la construcción y equipamiento del Hospicio, cabe mencionar a los señores Agustín Coronel Mateus y Pedro Sanchez Rubio, quienes con sus donativos facilitarían la compra de camas, mesas, sillas y otros enseres necesarios para el correcto desenvolvimiento del establecimiento.
ESTA AÑOSA Y VENERABLE INSTITUCIÓN, PRIMERA EN SER CREADA POR LA JUNTA DE BENEFICENCIA, ES VISTA HOY DESDE UN NUEVO ÁNGULO AL RESUCITAR SU ANTIGUO EDIFICIO COMO UN HOTEL MARAVILLOSO.
SU ADMINISTRACIÓN Y ORGANIZACIÓN
Poco tiempo después de terminado de equipar, el HOSPICIO fue entregado para su dirección a las Hermanas de la Caridad; su misión sería la de mantener el orden en las labores que se ejecutaban en el establecimiento; organizar y definir los trabajos a ser ejecutados por sus empleados o subalternos; recabar fondos y pensiones; firmar presupuestos y gastos mensuales; distribuir los sueldos; comunicar al inspector o director de la Junta las mejoras o refacciones requeridas por el establecimiento y llevar un libro de entradas y salidas de ancianos, pobres o inválidos.
La hermana Superiora se convertiría en puente entre el personal del Hospicio y los miembros de la Junta de Beneficencia que tuvieren a cargo la supervisión de su desenvolvimiento.
Y es digno de destacar su trabajo en particular, pues era ella la llamada analizar las condiciones de aquellos que por su pobreza o estado de abandono debían beneficiarse del servicio que prestaban,
Así; hasta los ancianos inválidos de clase acomodada podían optar por entrar al Hospicio en el caso de comprobarse que no tenían a nadie que pudiera ocuparse de ellos.
El reglamento, aprobado en 1893 para su funcionamiento contemplaba diez capítulos de los cuales hemos creído pertinente analizar el tercero con el fin de que podamos conocer la forma en la que el hospicio funcionara en sus inicios.
El horario obligatorio se iniciaba a las seis de la mañana, hora en la que era obligatorio levantarse para apagar las luces, asearse y tender las camas, para estar en el comedor desayunando a las 7. Tres horas después se hacía una segunda comida y la última era a las cuatro de la tarde.
A las seis de la tarde se encendían las luces y cada cual volvía a sus habitaciones a las siete, siendo prohibido después de esa hora deambular por los pasillos o vi- sitarse en las habitaciones.
Como la ociosidad era considerada entre las Hermanas un vicio que afectaba la salud física y mental, existía una prohibición terminante de acostarse durante el día, a menos que fuera necesario por alguna dolencia o enfermedad, a cambio, se promocionaba entre pobres y ancianos, la lectura o los juegos de salón siempre y cuando se evitaran las apuestas.
Y así como podía ser expulsado quien fuera sorprendido violando estas disposiciones, también podía serlo quien por su fuerte carácter promoviera discusiones o generara altercados, bien sea con otros huéspedes o con los empleados de la institución.
Otra falta considerada grave era la de irse del asilo sin motivo alguno o sin avisar, esto anulaba completamente la posibilidad de ser nuevamente recibidos.
LA HERMANA MARÍA LUISA MAICHONIER Y SUS RECUERDOS DEL HOSPICIO Y DEL INCENDIO DE 1896.
Uno de los documentos más completos y sobrecogedores del incendio del 5 y 6 de Octubre de 1896 es sin lugar a dudas el escrito por la Hermana Maria Luisa Maichonier de la congregación de los Sagrados Corazones. Ella cuenta que poco antes de que el incendio llegase al colegio -ubicado en la esquina de Malecón y Loja junto a la Aduana(hoy en día este es el gran solar en el que se levanta la Espol, campus Las Peñas), cinco de las Hermanas se dirigieron a la pequeña QUINTA que la congregación tenía en Bellavista, frente AL HOSPICIO DEL CORAZÓN DE JESUS junto a las quince niñas que no habían podido ser retiradas del colegio por sus padres en la ofuscación del incendio.
En dicha narración cuenta además, que a este lugar irían poco a poco llegando otro grupo de madres junto al capellán de la iglesia de LA CONCEPCIÓN (que quedaba en donde hoy se levanta el MUSEO DEL BOMBERO), quien había salvado una custodia y dos pesados copones pertenecientes a la capilla del Colegio.
El Hospicio no se daría abasto para auxiliar a los muchos damnificados del Incendio que llegaron a él buscando ayuda (se asume que socorrieron a más de trescientas personas en la semana que fue del seis al 13 de Octubre de 1896), y como la QUINTA de las Hermanas de los SS. CC. estaba al frente, estas junto a las niñas que las acompañaban estuvieron dentro del primer grupo de personas que fueron socorridas por las HERMANAS DE LA CARIDAD que, como ya vimos, era la congregación a cargo de su administración.
Vivencias tales como la entrega de la mitad de su desayuno hecha por los asilados en el manicomio VÉLEZ (que se levantaba muy cerca del HOSPICIO), serían descritas con profundo amor por la madre Machoinier en su relato, quien nos cuenta además que la madre superiora fue auxiliada por cuatro hombres enviados desde el Hospicio para trasladarla en una parihuela pues su estado de salud se complicó terriblemente en el intento de huir por el cerro para alcanzar el sector de Bellavista y luego de ver desde este lugar cómo el colegio era alcanzado por las llamas que consumían al edificio de la ADUANA que se hallaba junto a él.
Como la Quinta no abastecía ni remotamente las necesidades de las hermanas de los SS. CC. y sus niñas, estas se mantuvieron por bastante tiempo en el Hospicio hasta que con un dinero llegado desde su convento en Lima pudieron iniciar los trabajos de ampliación de la Quinta para continuar su labor aun cuando fuera de forma provisional.
Este relato, mucho más amplio y sobrecogedor de lo que aquí consignamos, nos hace vivir la primera gran emergencia atendida por el HOSPICIO DEL CORAZÓN DE JESÚS a escasos tres años de haber comenzado a prestar servicio a la comunidad.
Edificio del Hospicio del Corazón de Jesús tal y como se veía para 1920 en el sector llamado “Bellavista”.
Folletos en los que se registran tanto los estatutos como el reglamento con el que se manejaba, en los primeros años de su fundación, el Hospicio el Corazón de Jesús. Relevamiento del edificio al momento de ser desmantelado y desmontado con el fin de...