Laberinto político posgarciano
CDESPUES DEL ASESINATO DEL PRESIDENTE GABRIEL GARCÍA MORENO, EL DOCTOR FRANCISCO
JAVIER LEÓN ASUMIÓ EL PODER, Y SE HICIERON NECESARIAS
MEDIDAS REPRESIVAS PARA TRANQUILIZAR AL PAÍS Y EVITAR QUE SE APROVECHARAN LAS CIRCUNSTANCIAS ANORMALES PARA ASALTAR EL PODER.
onsumado en Quito el asesinato del presidente de la República del Ecuador, doctor Gabriel García Moreno, el 6 de agosto de 1875, ante el desconcierto inicial por dicho magnicidio, se encargó del poder el ministro de lo Interior, doctor Francisco Javier León Franco, quien a su vez se desempeñaba como vicepresidente de la República, y el mismo día del crimen declaró el estado de sitio en todo el territorio ecuatoriano.
La situación fue tal que se hicieron necesarias muchas medidas represivas para tranquilizar al país y evitar que se aprovecharan las circunstancias anormales para asaltar el poder. La cartera de lo Interior la asumió don Manuel de Ascázubi, cuñado de García Moreno. En el Ministerio de Guerra y Marina continuó el general Francisco Javier Salazar, quien desplegó actividades preventivas a fin de que el país no se viera envuelto en una ola de sangre, pues en Pichincha, Guayas y Azuay se produjeron algunos
disturbios. José Javier Eguiguren, por su parte, ocuparía la cartera de Hacienda.
A pocos días del asesinato dieron comienzo las sesiones ordinarias del Congreso, al cual le tocó presidir los funerales del presidente, conocer el mensaje último, que más parecía un testamento por su contenido doctrinario y de severas reflexiones políticas. Es así que el 11 de agosto, luego de haber dado cuenta de la tragedia verificada cinco días antes, el doctor León recalcó el deber del Gobierno interino y la delicada labor que le esperaba: “En medio de tantos males he tenido el consuelo de verme rodeado de todos los hombres de orden y de valía de la capital, que horrorizados con el crimen, se apresuraron a ofrecerme sus servicios para sostener el orden constitucional... Daré el decreto para las nuevas elecciones que tendrán lugar con entera y absoluta libertad .... A vosotros toca, honorables legisladores, dictar todas aquellas disposiciones que reclaman el estado progresista y moral en que deja el país la ilustre víctima inmolada por la fe católica, cuyo mensaje empapado en su sangre y recogido junto a su cadáver tengo la honra de acompañarlo”.
ELECCIÓN PRESIDENCIAL DE ANTONIO BORRERO
Al poco tiempo el doctor Francisco Javier León enfermó por la impresión que produjo en su ánimo la muerte de García Moreno y por los remordimientos de haber ordenado sin pruebas definitivas la ejecución de Gregorio Campuzano, acusado de haber conspirado el 6 de agosto. Prácticamente dejó de gobernar desde el 15 de septiembre, lo hacía en su lugar don José Javier Eguiguren. Pese al estado de sitio, el 2 de octubre se produjo un levantamiento en los barrios populares de Quito para pedir el cambio de ministros. El 6 renunció el vicepresidente León, que, casi enloquecido ya no actuaba en el poder.
Es que hubo interesados en involucrar en la trama del magnicidio al general Francisco Javier Salazar. En realidad nunca se comprobó ninguna complicidad de este militar en el atentado, aunque se produjo por algún tiempo una verdadera polémica por medio de folletos alrededor de dicho personaje.
Ante la presión del tumulto popular renunciaron los ministros Manuel Ascázubi y Francisco J. Salazar. El presidente del Senado, Rafael Pólit, nombró otros ministros. León fue sustituido por el ministro de Hacienda, José Javier Eguiguren, quien también renunció, pero el Senado no aceptó su renuncia y tuvo que continuar hasta que asumiera la presidencia el legalmente electo.
Luis Antonio Salazar, hermano del general, que se había postulado como candidato presidencial, renunció a esa candidatura y aprovechando la popularidad ganada el 2 de octubre por el general Julio Sáenz, los borreristas lo proclamaron candidato para
dividir el voto conservador, pues Antonio Flores Jijón, hijo del general Juan José Flores, era el otro candidato. Terciaba en la lid electoral el doctor Antonio Borrero Cortázar, el más opcionado de los tres.
Las elecciones se efectuaron entre el 17 y el 20 de octubre. Una abrumadora mayoría de ecuatorianos, libremente, expresó su entusiasmo por Antonio Borrero, quien resultó electo con un total de votos hasta entonces no visto en los actos electorales de la República. Obtuvo 38.637 votos. Sáenz fue votado por 3.583 electores y Antonio Flores por 2.836.
El juramento constitucional lo prestó Borrero ante el Legislativo el 9 de diciembre de 1875 y, enseguida hizo declaraciones de su programa, de sus principios y de las normas que regirían en su administración. Todas ellas abiertamente opuestas a la política de García Moreno y a la Carta Política del año 1869. “Esto no dejó de agradar a unos y de causar serias molestias al Congreso, el cuy al, como desquite, antes de disolver y a pretexto de un mensaje de agradecimiento al pontífice romano, por el pésame enviado con motivo de la muerte de García Moreno, hizo una apasionada defensa de los principios y postulados del mandatario difunto”. (Gabriel Cevallos García en su obra Historia del Ecuador).
CONSPIRACIÓN DE MAYO DE 1876
Encontrándose en Bodegas el viajero Thomas Mac Farlane, luego de retornar de los Andes ecuatorianos, con la intención de esperar un buque que lo conduzca hasta el puerto de Guayaquil, este arribó en la mañana del 25 de mayo de 1876, después de navegar por el río Caracol. Se anunció que zarparía con destino a Guayaquil al mediodía. Aquel efectuó el siguiente relato: “Después de abordar la embarcación (vapor Quito) con mi equipaje, me enteré que la partida fue pospuesta hasta la mañana siguiente con el objeto de acomodar al general (Ignacio) Veintemilla, que había acabado de llegar a Bodegas. Hablé con el capitán, diciéndole que si esperaba hasta la mañana siguiente, yo perdería el barco Trujillo que partiría de Guayaquil. Él culpó al general y me atreví a hablar personalmente con este y explicarle mi problema. El general me recibió muy cortésmente, habló conmigo en francés me prometió que hablaría con el capitán para apresurar la partida. Pero nada cambió en los arreglos, y me di cuenta de que en una república libre (¿?) de Sudamérica, un general, o el capitán de una insignificante embarcación, pueden detener el transporte público de una manera en que ni siquiera el Queen Victoria podría hacerlo en Inglaterra”.
“El Quito no partió sino hasta las seis de la mañana del día siguiente, hora en que el general Veintemilla y sus oficiales subieron a bordo... El día pasó muy rápidamente y el (vapor) Quito llegó a Guayaquil temprano, en la tarde, pero el Trujillo había zarpado en la mañana. Aquí también hubo un gran revuelo para saludar al general, que estaba parado junto al capitán y hacía la venia al populacho, del mismo modo que un actor aplaudido sale a recibir la ovación. Más tarde me enteré de que se había descubierto una incipiente insurrección en Guayaquil, y que el cambio de comandantes estaba relacionado de una u otra forma con esta”.
Esto último resulta ser cierto, pues habiendo prometido el presidente Antonio Borrero reformar la Constitución de 1869, los liberales más radicales propusieron convocar una Asamblea Constituyente que elaborara una nueva, entablándose un apasionado debate nacional, pero el 6 de abril, el mandatario dijo no a la Convención por considerar que sería ilegal e inconveniente.
Dice Simón Espinosa: “Con esta respuesta, Borrero se puso la soga al cuello. Una minoría compuesta principalmente de militares, tramó una conspiración en Guayaquil en mayo de 1876. Renunció el comandante general del Distrito de Guayaquil, coronel Teodoro Gómez de La Torre. En junio renunció el ministro de lo Interior, Manuel Gómez de la Torre, ante una provocación de Montalvo”.
Lo admirable es que Borrero, sin hacer caso a los consejos de sus asesores, nombró al general Ignacio de Veintemilla para el cargo de comandante general de dicho distrito, en reemplazo del coronel renunciante. El retorno de Veintemilla al país, y a la política, fue el comienzo del fin para Borrero, pues este astuto y habilísimo personaje tenía en mente escalar hasta la cima del poder. Así fue pues, el 8 de septiembre de ese mismo año, dicho general se hacía cargo del mando de la nación. (F)
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