CAFETINES DEL PASADO
En el Guayaquil del siglo XVII
Qué difícil nos puede resultar creer que en tiempos de la Colonia haya habido en la ciudad lugares a los que los guayaquileños pudiesen ir para tomar un buen café, mientras conversaban con familiares y amigos. Difícil, más que nada por la poca y casi nula información que acerca de nuestra ciudad existe sobre ésta época. Pero esos cafetines que funcionaron como una suerte de clubes sociales, existieron.
Un documento que descansa en el archivo de la ciudad nos cuenta que finalizando el siglo XVIII, y específicamente para 1795, el ciudadano Antonio Pilatuga ofrecía al Cabildo porteño la cantidad de 100 pesos para que este le confiriese licencia para establecer una tienda de café y refrescos en el centro de Ciudad Nueva (sector comprendido entre las calles 9 de Octubre y Sucre, de norte a sur y de Malecón hasta Boyacá, de este a oeste). Desgraciadamente el mencionado “empresario” no tendría la suerte que tres años después sí tuvo don Miguel de Zacarías, a quien el Ayuntamiento le conferirá el permiso no solo para el expendio de café y refrescos, pues dentro de la licencia obtenida se contemplaría también la venta de nieves y helados, amén de poder participar en el lugar, en toda clase de suertes y juegos de lotería.
FLORECEN LOS CAFETINES
Pero no sería sino hasta 1821 que veremos a un empresario de ésta índole triunfar con su iniciativa. Este ciudadano respondía al nombre de José María Valens y Murrieta, y se había iniciado como refresquero gracias a un permiso del Cabildo mediante el cual podría situar un banquito y mostrador en el portal, junto a la puerta de entrada de su domicilio. Ocho años después, el antiguo puestito había evolucionado hasta convertirse en un próspero café billar en el que se jugaba una lotería de cuyas ganancias se destinaba el 50 % al hospital de mujeres de la ciudad. Es curioso observar que en el lugar en el que funcionaba el Hospital San Juan de Dios, ubicado en las actuales calles de Aguirre y Malecón, tendría otro local similar, convertido en la competencia del establecimiento perteneciente a Valens. En este sitio se había fundado en 1825 otro café billar, debido al éxito que había tenido el antes mencionado, lo que habría justificado el que sea replicado.
Es probable que como puerto de importancia que era Guayaquil, con el paso del tiempo se hubiesen establecido más negocios de este tipo, particularmente en el Malecón y en la Calle del Comercio (actual Pichincha). Pero esto es simple conjetura; de lo que sí estamos seguros es de que para 1830 y luego de que el Ecuador inicia su vida como república independiente, la ciudad de Guayaquil empezará a experimentar algunos cambios que lenta, pero paulatinamente le irían dando un aspecto diferente hasta la llegada de Rocafuerte en 1838, quien dará velocidad a dichos cambios, haciendo de la ciudad una urbe diferente a la de tiempos de la independencia.
UN CASTILLO Y TRES MOSQUETEROS
En ese escenario y dentro de esa lenta metamorfosis hará su aparición en el cruce de la calle de San Alejo con la calle del Teatro (actuales Pedro Carbo y Aguirre), un café-bar vigente por mucho tiempo, cuyo nombre era Los tres mosqueteros. El nuevo esta- blecimiento fue ubicado por su dueño en los bajos de El Castillo, que era como llamaban al predio en el que habitaba el magnate español Carlos Lagomarcino. El mencionado castillo era una monumental edificación de madera construida por este curioso personaje (de quien se decía era hijo ilegítimo del rey Carlos IV de España), luego de llegar, originario de Lima, a Guayaquil y comprar la hacienda La Puntilla, para quedarse viviendo en la ciudad a fin de explotar las tierras adquiridas.
El 23 de diciembre de 1830 un pavoroso incendio, nacido en los bajos del edificio, acabaría con cinco de las manzanas aledañas, dejando en cenizas el mencionado café-bar. Pocos años pasarán para ver la aparición de dos nuevos cafés. El uno, de nombre La Democracia, se establecería en 1863, siendo utilizado como sede de juegos de azar, rifas y loterías, y el otro sería reconocido como El café de Obarrio. Establecido en el mismo sitio en el que estuviera Los tres mosqueteros, quemado en 1830 en el incendio originado en la casa de Lagomarcino.
Para cerrar esta breve historia del origen de estos negocios en Guayaquil, vale decir que El café de Obarrio seguiría la misma suerte de Los tres mosqueteros, pues fue arrasado por el fuego del Incendio Grande del 5 y 6 de octubre de 1896.
Aspecto que presentaban los cafetines a fines del siglo XIX, tanto en su interior como en su exterior.