OLMEDO en las Cortes de Cádiz
EL 19 DE MARZO DE 1812, LAS CORTES DE CÁDIZ PROMULGARON LA CONSTITUCIÓN QUE LLEVA EL NOMBRE DE ESA CIUDAD.
Ainicios de 1808 gran parte de la población española se pronunció por la creación de juntas provinciales y locales de defensa de la soberanía nacional, ante la presencia de los ejércitos napoleónicos. Estos, gracias al Tratado de Fontainebleau suscrito entre el Gobierno imperial galo y la Corona española, participaron en una maniobra conjunta para invadir Portugal, luego de lo cual aprovecharon la campaña para iniciar, subrepticiamente primero y luego en forma franca, la invasión a España y la imposición como rey del hermano de Napoleón, José Bonaparte. Las juntas ceden sus facultades de defensa a una Junta Central Suprema Gubernativa del Reino como organismo con máximo poder para administrar el país, defenderlo de las fuerzas francesas y convocar a una reunión extraordinaria con esa finalidad. En noviembre de 1809 los franceses logran salir triunfantes en una serie de operaciones, la Junta se retira a Cádiz y pese a la oposición del Consejo de Regencia que representaba a Fernando VII, convoca al funcionamiento de las Cortes, que inician su actividad el 24 de septiembre de 1810.
LAS CORTES Y LOS LIBERALES
Su representatividad procedía de diversos sectores (no existían partidos) que esgrimían intereses y posiciones diversas. Los “absolutistas liberales” que defendían al rey como depositario de la voluntad popular, los “moderados” que abogaba por una soberanía compartida entre el rey y las Cortes, y los liberales, que sin ser mayoría estaban muy cohesionados, tenían buena formación intelectual y gran capacidad de iniciativa. Para estos, la soberanía debía recaer en la nación, representada por las Cortes. Finalmente la posición liberal se impuso, pese a concesiones que debieron hacer a las otras tendencias, y las Cortes pasaron a ser consideradas como las depositarias de la voluntad popular. Con esos antecedentes el organismo constituido pasa a trabajar en la preparación de un cuerpo constitucional que consideró a los ciu-
dadanos como portadores de iguales derechos y declaró la liquidación de los privilegios estamentales del Antiguo Régimen. Tal espíritu de equidad social sin embargo se concretó gracias a la aceptación de los liberales de que el Estado español no dejaba de ser confesional y católico.
LA CONSTITUCIÓN Y LOS DIPUTADOS
La Constitución de 1812 destacaba que el principio de soberanía residía en la nación, reconocía la libertad de imprenta y, en consecuencia, la libertad de opinión política, la igualdad jurídica de todos los españoles, la inviolabilidad del domicilio, la eliminación de la tortura y la inquisición, el derecho a la educación, la plena igualdad entre los ciudadanos de la Península y los de ultramar, el sufragio universal (aunque indirecto), limitaba la autoridad real, la libertad de comercio e industrias, entre muchos de los logros para un nuevo tipo de sociedad libre del absolutismo de la imposición real, y con posibilidades de un efectivo desarrollo económico.
Pocos representantes de los territorios americanos estuvieron presentes en las Cortes de Cádiz. De ellos, José Mejía Lequerica por el Virreinato de Nueva Granada y José Joaquín de Olmedo por la Provincia de Guayaquil. Mejía, brillante orador, expresó el rechazo al absolutismo y al colonialismo de España, y propuso que “…a los legisladores toca dar leyes prudentes y justas, a los ejecutores les toca la aplicación, que esta es la parte más difícil; por lo mismo deben estar animados de tanta prudencia como desinterés para aplicar la ley…”.
LA GRANDEZA DE OLMEDO
La referencia de Olmedo contra “las mitas” fue un significativo pasaje de su discurso. Sostuvo que “…desde los principios del descubrimiento se introdujo la costumbre de encomendar un cierto número de indios a los descubridores, pacificadores y pobladores de América, con el pretexto de que los defendieran, protegieran, enseñasen y civilizasen; y también para que exigiéndoles tributos y aplicándolos a toda especie de trabajos, tuviesen los encomenderos en su encomienda el premio del valor y los servicios que hubiesen hecho a favor de la conquista. De esta costumbre nacieron males y abusos tantos, que no pueden referirse sin indignación… De allí vinieron esos nombres ominosos de indigna recordación, de encomiendas, de mitas, de repartimientos, bárbaras reliquias de la conquista y gobierno feudal…a los indios se los utilizó como si fuesen animales o bestias domesticadas…”.
1. Las Cortes de Cádiz. 2. José Joaquiín de Olmedo. 3. José Mejía Lequerica.