Cotachachi y su vergel / Cotacachi’s cornucopia
Exploramos las ricas tradiciones de la agricultura y producción de la región, cornucopia de todo tipo de maíz, frijoles, legumbres que esperan ser degustados.
We explore the region’s rich agricultural traditions and produce, a cornucopia of every type of corn, bean, legume and pulse, all waiting to be savored.
Este año el Muyu Raymi (o Festival de la Semilla) se instaló temprano, un sábado de agosto, en la plaza principal de Cotacachi y sus alrededores inmediatos. Familias enteras, que residen en las colinas y valles cercanos, se sentaron en plena calle y, sobre una sencilla tela blanca, colocaron los productos cosechados en sus huertos. Las mujeres vendedoras se sentaban delicadamente, vestidas como princesas nativas, con sus impecables blusas blancas, decoradas de hermosos bordados fucsia y verde selva, con sus faldas de colores brillantes y su temple orgulloso. El mosaico de colores y texturas de los cultivos en sí, deslumbraba a todos los presentes, pues los afortunados que llegaron de visita ese día, pudieron llevarse consigo una visión de la vida en los Andes que ni siquiera el concurrido mercado de Otavalo lograría replicar.
“Entonces, ¿qué tenemos aquí?”, preguntamos al primer grupo familiar que encontramos. En diferentes bolsitas de tela blanca, se exhibían un total de 30 granos diferentes de todos los colores y diseños (ocre, morado oscuro, anaranjado, amarillo, gris, algunos granos moteados y abigarrados como si alguien los hubiese pintado). No sorprendería que el huerto del patio trasero de esta humilde familia ofreciera una variedad de granos igual o mayor a la de todos los mercados de Europa y Estados Unidos.
Al frente, una joven kichwa con pulseras rojas y sólo cinco tiras de cuentas doradas alrededor del cuello (el collar se va abultando a medida que madura la mujer) alineaba 18 variedades de maíz a sus pies, algunos completamente negros, otros púrpura, otros gris oscuro, con sólo un par de granos amarillos -conocidos simplemente como ‘maíz raro’–, algunos anaranjados –había, incluso, variedades rosadas–, y uno en particular, bautizado ‘Sangre de Cristo’: cada grano luce un atractivo diseño color granate. Estas fueron las primeras familias de agricultores que conocimos ese día... habría como 200 más, y aunque algunos productos eran los mismos en todos los puestos, cada familia ofrecía algo único, incluyendo especies de tubérculos muy singulares y que sólo se cultivan en un puñado de huertos en el mundo, la mayoría de los cuales están en Cotacachi.
La antigua tradición andina considera que tales bondades son un regalo de la Pacha Mama, o madre naturaleza, para quienes han sabido honrarla y respetarla a través de su sacrificio cotidiano. Aun así, muchos cultivos han sido abandonados y han pasado al olvido –como el alverjano (una arveja gris), la lenteja negra, un tubérculo llamado mauka, la especie de centeno local– mientras que otro número importante de cultivos y sus variedades sólo son sembrados por pocos agricultores. A raíz de la popularización de los monocultivos y la importación de semillas, éstas están disminuyendo de manera crítica. Su futuro es incierto, siendo las papas y los granos los más afectados (un estudio revela que 18 variedades de granos y 19 variedades de papa se siembran en menos de 3 huertos particulares, mientras que 26 variedades de papa han desaparecido por completo).
Sólo un programa de conciencia ambiental podrá proteger, a futuro, la variedad que aún permanece en los campos del área de Cotacachi. Con el fin de conservar su diversidad, estas comunidades deben contrarrestar el efecto de la simplificación agrícola promovida por la actual economía de mercado sobre un entorno agrícola que en realidad es complejo. Ello explica cómo la “erosión genética” ha hecho mella en la tierra de Cotacachi, despojándola, poco a poco, de su verdadera maravilla, algo que trágicamente podría resultar en una pérdida masiva de las muchas especies vulnerables que se cultivan de manera escasa en la zona.
Organizaciones e instituciones tanto locales como extranjeras han hecho caso de este dilema y han procurado acercarse a los pequeños agricultores de Cotacachi para fortalecer sus prácticas tradicionales, creando conciencia. Los huertos de las casas, que todavía lucen como verdaderos jardines botánicos, con sorprendentes variedades de maíz, granos, calabazas y variedades de ajíes, hierbas medicinales, cultivos que siempre nos hemos preguntado de dónde venían y otros que nunca hemos imaginado que existían, son monitoreados y protegidos. Eventos como el Muyu Raymi son sólo una pequeña muestra de estos esfuerzos.
Por desgracia, nuestro mundo ‘subutiliza’ su potencial agrícola, y de los 10.000 cultivos producidos a lo largo de la historia de la civilización humana, sólo alrededor de 12 proporcionan más del 70% de la ingesta nutricional del ser humano. Las prácticas agrícolas tradicionales de Cotacachi, y su asombrosa diversidad, representan una alternativa interesante a esta forma de concebir el mundo. Simbolizan esperanza frente a los terribles males de la, a veces, miope modernidad. This year’s Muyu Raymi (or Seed Festival) set up early on Saturday morning in Cotacachi’s main square and its immediate surroundings. Entire families, residents of the nearby hills and valleys, sat on the wheel-worn streets and, over a simple white cloth, arranged their produce. The women selling them sat daintily to one side, dressed in their spectacular princess-like garments, with frilly silky-white blouses, brilliant magenta and forest green embroidery, vibrant skirts and elegant poise. The sheer mosaic of colors and textures of every legume and crop dazzled everyone, for those lucky enough to be visiting on this special day were blessed with a vision of Andean life not even the busy Otavalo food market could have replicated.
“So, what do we have here?” we asked the very first family set up at the front of the street fair. In pretty white-cloth sachets, a total of 30 different grains of all colors and patterns were displayed (colors including deep ochre, deep purple, orange, yellow, gray and mottled and pied patterns of all kinds). The small backyard vegetable garden of this humble family possibly offers more grain varieties than entire European and US supermarkets.
On the opposite side of the street, a young Kichwa woman, with coral-red bracelets and only five lines of gold bead chains around her neck (the necklace grows as women mature) spread 18 varieties of corn at her feet, some utterly black, others purple, others dark gray featuring only a couple of yellow grains – these are known as ‘maíz raro’, or ‘strange corn’ – some orange – there are even pink varieties – and one in particular, baptized ‘Christ’s Blood’, that seems finely nail-polished by a Chinese manicurist with identical maroon-red patterns on every grain. These were only the first two farmer families we met that day… there would be about 200 more, and although some produce was similar from family to family, every one offered something distinctive, including tuber species that are so unique, they are only grown in a handful of vegetable gardens in the world; most of which (if not all) are here in Cotacachi.
The ancient Andean tradition deems such bounties of variety to be the gift of Mother Nature ( la pacha mama, in Kichwa) to a people who have known to honor and respect Her through conscious sacrifice and ritual. Still, many crops have been abandoned –the alverjano pea (a unique grey variety), the black lentil, the root called mauka, the local rye species – while a number of unique crops and varieties are grown only by a few farmers. Due to the forces of monoculture and seed importation, these are severely declining. Their future is uncertain. Grains and potatoes are the most affected: one study mentions 18 varieties of grains and 19 varieties of potato existing on less than 3 farms, while an astonishing 26 varieties of potato are no longer cultivated.
Only a deeply engrained environmental philosophy and awareness program can help support the variety that still remains in fields and on individual farms in the greater Cotacachi area. In order to continue to conserve this diversity, these communities must counter the effect of agricultural simplification today’s market economy has forced upon a traditionally complex agricultural environment. This the main reason why ‘genetic erosion’ has taken a toll on Cotacachi’s land, stripping it, little by little, of its true wonder and uniqueness, something that could tragically result in a massive loss of the many vulnerable crops that are grown only sparsely throughout the area. Organizations and institutions, both local and foreign, have taken heed and are working with Cotacachi’s small-scale farmers to strengthen the practices of old, raise awareness and secure crop diversity. The backyards of local homes, which still read like botanical gardens, with surprising numbers of differently colored corn, beans, squash and hot pepper varieties, medicinal herbs, crops you’ve always wondered where they came from and others you’ve never even imagined existed, are being highlighted and conserved. Events such as the Muyu Raymi are only a small demonstration of these efforts.
Sadly, our world has drastically underutilized its agricultural potential, and out of the 10,000 different crops produced throughout the history of human civilization, only around 12 provide over 70% of Man’s nutritional intake today. Cotacachi’s traditional agricultural practices, and its astonishing agricultural diversity, represent an exciting alternative. They symbolize hope amidst the evils of our often shortsighted modernity.