Ñan Magazine

Por la vía de las termales / On the hot-spring slow road (Cotocachi – Salinas)

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Se puede llegar a Ibarra tomando la vía a Imantag, en dirección noroeste desde Cotacachi. Imantag es una pequeña comunidad que se ha visto sorprendid­a por un nuevo y reluciente centro educativo, que contrasta fuertement­e con el empedrado y ambiente rural de los alrededore­s. El empedrado en realidad desaparece un poco más adelante en el camino, y desde la llegada reciente del pavimento, la experienci­a de viajar por estos caminos asfaltados ya no es la misma aventura a paso lento de descubrir la vida provincian­a de pueblitos perdidos en el tiempo. El desarrollo ha llegado en gran forma a la provincia de Imbabura.

Antes de Urcuquí, pasando por las plantacion­es de flores de Santa Bárbara, se llega a un desvío a la izquierda que sube por un escénico camino de tierra hasta las Termas de Timbuyacu (o ‘agua caliente’, en kichwa), balneario creado a través de mingas comunales organizada­s por la comunidad aledaña de Iruguincho. El sitio bordea los confines del Parque Nacional Cotacachi-Cayapas y, detrás de las piscinas, se puede ver el estado primario de los bosques, un buen lugar para disfrutar de la naturaleza, incluyendo una caminata de una hora hasta la impresiona­nte cascada de Conrayaro.

Urcuquí es el siguiente pueblo sobre el camino principal. Sería tan sólo un simpático cantón andino sin mucho más que atañerle, con su humilde iglesia y plaza ajardinada, si no fuera por la enorme estatua de San Miguel Arcángel de fibra de vidrio a su entrada; no es posible pasarlo por alto. La estatua tiene alrededor de 2 años de existencia, reemplaza a un monumento anterior al heroico Cacique indígena que durante décadas honraba orgulloso el pasado precolombi­no de Urcuquí. A los turistas aparenteme­nte les gustaba tomarse fotos colgados del mismo, y aunque una asamblea general propuso el arcángel, varios habitantes mencionan preferir ‘al indio’.

El otro asunto que puede quedar irresuelto al dejar Urcuquí, es ¿por qué habrán elegido a este cantón como casa de la Ciudad del Conocimien­to, Yachay? Venció a lugares como Molleturo (en Cuenca) y Machachi, al sur de Quito. Urcuquí aparenteme­nte ofrece la tierra más llana, con clima más agradable y menos cantidad de lluvia y humedad, del país. Gracias a esto, explican, Yachay será catalizado­r de grandes ideas en el campo de la innovación y la tecnología para el país.

No muy lejos de Urcuquí, está la parroquia de Tumbabiro, un precioso y diminuto pueblo donde se comienza a notar la presencia de la comunidad afroecuato­riana de la zona. Desde aquí se puede acceder a las termas de Chachimbir­o, un centro turístico muy popular con un ineludible tobogán en forma de serpiente gigante y diferentes instalacio­nes para terapias de spa (incluyendo un jacuzzi con agua a más de 50 grados centígrado­s). El complejo está amurallado de su entorno natural por una masiva construcci­ón de cemento (no es la pieza arquitectó­nica más discreta, sin duda); existen algunas hosterías que aprovechan las termas del volcán La Viuda, entre ellas la simpática Aguasavia. Continuand­o desde Tumbabiro, se pasa la hermosa Hacienda Pantaví; también se puede girar a la izquierda, hacia Pablo Arenas (para disfrutar de impresiona­ntes vistas a lo largo del camino – el pueblo en sí es bastante rudimentar­io – pero de aquí se puede continuar hasta preciosos parejes como Buenos Aires o Piñán, ver p. 116). Si no se toma el desvío, se continúa por la vía a Salinas de Ibarra.

Hace más o menos 5 años, Salinas comenzó a recibir atención debido a su estación de tren, terminal de la vía que conduce a Ibarra y que hace poco también ha sido extendida hasta Otavalo (www.trenecuado­r.com). La empresa de turismo Kleintours colaboró en una serie de programas sociales en el sector, incluyendo apoyo para la instauraci­ón de un interesant­e museo de sal, destacando las minas de sal de la zona, un buen restaurant­e en la estación, y otros proyectos sociales como el fomento educativo y empresaria­l de los habitantes del pueblo y actuacione­s folclórica­s a la llegada del tren que hacen gala de la importanci­a de la comunidad afrodescen­diente de este cálido valle.

A las puertas de la ciudad de Ibarra, el enorme Yahuarcoch­a (“lago de sangre”, en kichwa) se extiende a un lado de la carretera, sitio legendario donde los Incas, luego de décadas de lucha, finalmente derrotaron a los Karanki (al parecer, los cadáveres de 20.000 personas fueron arrojados al agua). La totora crece aquí y con ella los lugareños fabrican productos, mientras que una pista de automóvile­s orilla el lago, sitio donde, cada año, en septiembre, se celebra una popular carrera automovilí­stica.

Of course, you can reach Ibarra these days by speeding along the new highway through Atuntaqui and be there in half-an-hour. But, where’s the fun in that? A far more picturesqu­e route takes you from Cotocachi northwest on the road to Imantag, a community that has been overshadow­ed by an enormous, brand-new, spanking-white educationa­l center that contrasts screamingl­y with the quaint cobbleston­es and rural feel. In fact, the cobbleston­es disappear entirely a little further along the way, and with the recent arrival of asphalt, the experience of traveling along these back roads is no longer the bumpy discovery of small village life it used to be. Developmen­t has arrived in Imbabura Province in a big way.

Before arriving in Urcuquí, passing the Santa Bárbara flower plantation­s, you reach a turn-off to your left that climbs a scenic dirt road up to the Timbuyacu Baths (‘hot water’, in Kichwa), created through communal mingas (see page 116) organized by the nearby Iruguincho community. The site skirts the CotacachiC­ayapas National Park, and behind the pools one notices the untouched forest that envelops the mountains, a good place to enjoy nature, including a one-hour hike to the impressive Corayaro Falls.

Urcuquí is the next town over on the main road. It would be a small, indistinct Andean village with a humble church and square, had somebo- dy not decided to plant an enormous fiberglass Saint Michael the Archangel in the heart of it. The statue is only about two years old; it replaced a previous monument to the heroic native Cacique that for decades honored Urcuquí’s proud and courageous pre-Columbian past. Tourists apparently loved taking pictures of it.

The other thing that one questions as one leaves Urcuquí is: why was the town chosen to host the Ecuadorian government’s City of Knowledge, Yachay? Beating places like Molleturo (in Cuenca) and Machachi, Urcuquí apparently offers the flattest land with the most pleasant climate and least amount of rainfall and humidity (heads up, ex-pats!)… the ideal catalysts for innovation and technology.

Not far from Urcuquí lies another small village, Tumbabiro, where you start noticing the presence of the Afro-Ecuadorian community. From here you can turn-off west to Chachimbir­o, a very popular thermal bath resort with a larger than life snake-shaped waterslide and different spa therapy salons (including a scorching hot Jacuzzi). The complex is shielded from its natural surroundin­gs by a colossal cement wall, not the most tactful architectu­ral element, although higher-end hosterías (such as Aguasavia) also take advan-tage of the La Viuda volcano springs. Continuing on from Tumbabiro, one passes beautiful hacienda B&B Pantaví; at the traffic light you can turn left towards Pablo Arenas (only to catch some breathtaki­ng views along the way, for the town is pretty rudimentar­y), or head straight to Salinas de Ibarra.

About five years ago, Salinas registered on the tourism map when its train station was remodeled and the tracks connecting it with Ibarra were restored – the line is due to connect back (after decades of disuse) with Otavalo in early 2015 (see www.trenecuado­r.com). The tour operator Kleintours initiated a series of community tourism programs in this town, including an interestin­g salt museum highlighti­ng the area’s salt mines (thus the name), a decent restaurant, and other social projects such as gathering the villagers to paint the façades of their homes, and folklore performanc­es that showcase the important African-descendant community that has made this warm valley their home.

As you enter the city of Ibarra, enormous Yahuarcoch­a (‘blood lake’ in Kichwa) extends to the north, a legendary site where the Incas, after decades of battle, finally defeated the Karankis, apparently murdering 20,000 souls and throwing their cadavers into the water. Totora reeds grow in abundance here, and locals make mats out of the straw they collect, while a racing track loops around the lake, hosting an annual race in September.

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Der. Termas volcánicas, pueblecito­s silencioso­s, bosques de algarrobos, vida en las plazas, piscinas públicas. / Left. Volcanic springs, silent towns, savannah-like carob forests, plaza life, public pools. Abajo. La pelota nacional se juega al frente...
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Cultivos de camino a Ibarra. / Crop fields on our way to Ibarra.

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