Nunca el maltrato es “por su bien”
Para
conocer a fondo el tema, los investigadores se enfocaron en analizar a 976 familias de clase media con hijos adolescentes, ubicadas principalmente en Pensilvania. Poco más de la mitad era de raza blanca y el 40 % de raza afro.
Cada dos años se entregó la misma encuesta a los padres y a sus hijos adolescentes (entre 13 y 14 años) para preguntarles sobre la frecuencia y naturaleza de los conflictos recientes en casa, incluidos robos, peleas, daños a propiedad ajena por diversión, mentiras a los padres y desobediencia en la escuela.
A los padres se les preguntó con qué frecuencia se habían valido de disciplina verbal severa (gritos, alaridos, malas palabras, maldecir a los chicos y referirse a ellos con adjetivos peyorativos como tonto, estúpido, vago).
También se preguntó a los jóvenes si sentían calidez en la relación con sus padres, esto definido como respaldo emocional, amor, afecto y cuidados de los padres hacia ellos. El es- tudio mantuvo un registro de comportamientos depresivos tanto en los padres como en los hijos.
Luego de analizar las encuestas, el estudio reveló que los jóvenes que son víctimas de abuso verbal por parte de sus padres sienten un profundo dolor emocional y una incomodidad que incrementa sus comportamientos destructivos.
De la misma manera, el hecho de que registraran en general tener una relación cálida con sus padres, no redujo los efectos dañinos del abuso verbal o la disciplina usando malas palabras y adjetivos ofensivos. En pocas palabras, la idea de gritar o insultar a los hijos “por su bien, o por amor” no mitiga el daño emocional que se produce en los jovencitos.
Es nocivo perder el control cuando se trata de disciplinar a un adolescente. Es normal que en ocasiones los padres alcen la voz; pero una cosa es elevar la voz y otra muy diferente abusar verbalmente con insultos y vulgaridades.