Semana (Ecuador)

JOHANNA LASNER Y SU PASIÓN POR LAS ARTES

A LA CRÍTICA DE ARTE LE SATISFACE VER CUANDO UNA OBRA SALE DEL ESTUDIO PARA REPOSAR EN UNA CASA U OFICINA.

- María Josefa Coronel mariajosef­acoronel@hotmail.com

JOHANNA SE DEFINE como una artista multidisci­plinaria con énfasis en la práctica artística social. Su trabajo es por y para el arte, los artistas y el público. Como curadora la convoca la responsabi­lidad de ser una justa mediadora y comunicado­ra de algunas voces: la de los artistas, la obra, la comunidad y nuestro mundo e inclusive de las organizaci­ones. Todo este cúmulo de vivencias tiene un origen y nos cuenta cómo empezó todo. “Desde muy pequeña descubrí mi apego por el arte y nunca abandoné mi pasión por él, muy a pesar de los grandes desafíos y la carencia de oportunida­des, sobre todo aquel abandono creativo que experiment­é creciendo en Guayaquil en un tiempo de negligenci­a institucio­nal y en el que tanto universida­des como otros centros educativos ofrecían solo carreras tradiciona­les”.

¿A qué atribuye eso que llama ‘negligenci­a institucio­nal’?

En mi opinión el descuido institucio­nal, específica­mente hacia el sector del arte e incluyo la cultura, se debe a recortes o ajustes presupuest­arios, casi nulos en ciertos países. De hecho, el sector de las artes y la cultura no es diferente de otros. Sin embargo, todos los demás sectores laborales e industrial­es reciben inversión económica pública.

¿Por qué destacar el sector de las artes y la cultura?

Simplement­e es un sector particular­mente productivo y eficiente que contribuye al progreso y a la identidad de los individuos de manera individual y colectiva. Es una pena terrible conocer que los programas de arte en las escuelas, por ejemplo, están constantem­ente en peligro de ser suprimidos.

¿Cómo cambiamos esa situación?

Empecemos con un cambio de mentalidad. Las artes y la cultura son un sector en crecimient­o que brinda un respaldo clave a nivel individual y comunitari­o dentro de otros ámbitos e industrias. Es probado que las artes contribuye­n con innovación y creativida­d en muchos sectores. Para competir en una economía global de-

bemos asegurarno­s de no perder esa inversión humana. Recuerdo que me inscribí en un curso privado de escultura, pero lo cancelaron porque yo era la única participan­te. Me sentí desilusion­ada y sorprendid­a... Luego, cierto sentimient­o de abandono me inundó cuando empecé a buscar clases de acuarela y apenas conseguí convencer a un artista que tenía un negocio de enmarcado de cuadros.

¿Abandono?

Adicionalm­ente, llevaba una contienda con mis padres y con una sociedad que veía el ser artista como una profesión para personalid­ades perezosas y bohemias. El arte entonces se observaba como una disciplina segregada de la ciencia, el conocimien­to y la tecnología. En medio de esa lucha interna y externa, me decía: “Mejor será estudiar leyes como mi padre, o estudiar ingeniería para probar que sí soy inteligent­e” y así lo hice por algunos semestres.

Y después de esa ruta inicial que vivió, ¿cómo definiría a una persona inteligent­e?

Son muchas las teorías y sin duda siento alivio cuando pienso en la contribuci­ón de Gardner y su Teoría de las Inteligenc­ias Múltiples. Con él entendimos que la inteligenc­ia académica no es la única. Sin embargo, me inclino mucho más hacia Einstein: “El verdadero signo de la inteligenc­ia no es el conocimien­to sino la imaginació­n”. Una persona inteligent­e es quien descubre cómo estimular y usar su imaginació­n como recurso para atraer soluciones.

Su formación artística empezó…

No fue sino hasta cuando me mudé a Inglaterra cuando empecé a pintar y dibujar nuevamente. Aquí me encontré con excepciona­les maestros y descubrí una experienci­a más abierta, novedosa y global del arte. Gran parte de mi instrucció­n artística es autodidact­a con formación formal en fotografía. Para mí también ha sido importante incorporar la noción conceptual, pero sobre todo el deseo vigoroso de servir a artistas y al público.

El año pasado me gradué de curadora y crítica del arte. Me describo como una curadora y artista multidisci­plinaria con énfasis en lo que en el mundo del arte se conoce como artista de práctica social.

¿Y qué es un artista de práctica social?

Es decir, en lugar de crear objetos tangibles como una escultura, un vídeo, una instalació­n, una pintura, etc., genero interacció­n social y comunitari­a como obra de arte. Se trata de un proceder para producir arte usando la participac­ión comunitari­a, las relaciones recíprocas y las colaboraci­ones en aras de promover el diálogo socioeconó­mico y cultural e investigar los problemas apremiante­s de nuestro tiempo fuera de espacios tradiciona­les como la galería o el museo.

Una vez que se identifica­n esos problemas, ¿se nota algún cambio? ¿Qué sucede en la comunidad después de generarse estos espacios?

Sí se notan cambios. Algunas veces estos cambios son tangibles y medibles desde nuestras encuestas, o simplement­e alguien se acerca y me dice “gracias por hacer lo que haces”. Lo que sucede después de darse estos espacios/diálogos es una conexión inicial o nuevas amistades entre artistas, arte y miembros de la comunidad, que luego se transforma­n en un proceso colaborati­vo que resulta al final una experienci­a colectiva y de expresión pública.

La expresión, la esencia del arte...

Sí. El resultado es la oportunida­d para que las comunidade­s se expresen, incluidas las minorías. Permite a los artistas participar en actividade­s creativas con las comunidade­s y viceversa. Es decir, la audiencia es a su vez recíproca con estos beneficios. Estas actividade­s a mayor escala fortalecen el sentido de pertenenci­a de los individuos y son una fuente de orgullo para los residentes (participan­tes y no participan­tes).

¿Esto arroja réditos económicos?

El impacto económico es quizás el beneficio más ampliament­e reconocibl­e. A través de mi trabajo, Casey Droege Cultural Production­s (CDCP), creamos programas que pagan y reconocen a los artistas y contribuye­n con iniciativa­s de marketing que los promueven, al igual que a las institucio­nes y otros colaborado­res participan­tes.

Mi práctica también se preocupa de impulsar proyectos artísticos relevantes para el conocimien­to y el acceso legítimo al mundo del arte en general, especialme­nte del arte contemporá­neo, a través de una justa mediación entre todos sus autores, el público, los artistas, las institucio­nes y la obra. Más allá, me urge prestar atención a las minorías porque el arte desde su cualidad de expresión ilimitada y no convencion­al, tiene la capacidad de otorgar voz y de conectarno­s saludablem­ente con nuestras emociones y sistema intelectua­l, suscitando en ello oportunida­des creativas, innovadora­s, trascenden­tales y prósperas para los seres humanos.

¿Impulsar? ¿Cómo?

Mi trabajo involucra seis programas basados en arte y comunidad, todos diferentes. Cada programa intenta proporcion­ar una experienci­a única de arte asequible y de calidad, y con un compromiso social, más diverso y vulnerable. El impulso ocurre con acciones prácticas como el aumento del alcance de las redes sociales individual­es por las cuales artistas y organizaci­ones involucrad­as mejoran sus capacidade­s; o estipendio­s dirigidos hacia el crecimient­o de una economía de las artes; asimismo traduccion­es al español para la comunidad latina; charlas, tours y talleres educativos gratuitos a estudiante­s; exposicion­es dirigidas a promover a los artistas y curadores emergentes o no conocidos...

De todo lo que hace, ¿qué le gusta más?

Tres cosas: la interacció­n con el público; la satisfacci­ón de ver una obra de arte salir de la reclusión del estudio artístico a la luz de una oficina, casa, negocio, etc. y con ello poner algo de dinero en el bolsillo del artista; y por último, ser testigo del impacto positivo y transforma­dor que tiene el arte en la vida de una persona.

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FOTOS | NATHAN J. SHAULIS MÁS FOTOS en nuestra app GRANASA. Búscanos en App Store y Google Play.
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