El señor de las macanas
ESTÁ ENTRE LOS GRANDES MAESTROS DE IBEROAMÉRICA. SIN EMBARGO, ÉL SOLO TIENE UN DESEO: QUE EL TEJIDO CON ESTE TEXTIL NUNCA MUERA.
EN TOTAL SON 11 HERMANOS, pero solo él decidió rescatar lo que un día le enseñaron sus abuelos. Es que en un lugar cerca de Gualaceo se tejen macanas, palabra que antes era usada para referirse al chal. Una tradición milenaria que, según la historia, viene de los cañaris. En cambio, para el artista José Jiménez, todo empezó en casa. Observando y replicando. Hoy sus manos se mueven como la corriente, rápido, atando nudos que se guían de bocetos mentales.
Así, Jiménez dedica sus días a preservar esta técnica única en el mundo que también es conocida como Ikat, la cual consiste en trenzar hilos utilizando un telar de madera.
El despegue
Aunque es temprano, su casa-museo de dos pisos ya recibe a los primeros turistas, unos canadienses. Paso a paso, el artesano les muestra cómo es el proceso de elaboración. Con un discurso de grabadora, explica que dependiendo del diseño se usa algodón, seda o alpaca. Para los visitantes todo es inquietante. En la pared cuelga una gran cabeza de vaca, a los lados máquinas de coser, radios, faroles y un cuadro con el exmandatario Rafael Correa.
Se detiene y recuerda que en sus inicios la capital fue el escenario donde promocionaba sus creaciones. Le iba bien, hasta que un día el entonces presidente se convirtió en uno de sus clientes. Con él despuntó, pues viajó a más de 10 países. “Correa me ayudó. Me conoció, empezó a hacer fotos y me llevó a ferias locales e internacionales”.
Sin embargo, en el 2001 ya había tenido un comprador particular, aunque al inicio fue anónimo. Se trataba de la actriz Salma Hayek, quien le compró 12 chales para la película en la que retrataba la vida de la pintora mexicana Frida Khalo. Todos ellos fueron mostrados en el filme. La lista de celebridades también llega a figuras reconocidas por las masas, como la reina Sofía de España y el papa Francisco.
Plantas que pintan
Algunos filos de sus dedos están manchados. Es que sus macanas tienen el sello del sacrificio, pues para teñirlas usa estrictamente elementos naturales; donde de una pepa de aguacate puede nacer color. “En Azuay soy el único que hace esta técnica que fue declarada como Patrimonio Cultural del Ecuador hace dos años”, detalla, mientras mezcla la fruta con un poco de agua y limón, y en cuestión de parpadeos aparece un llamativo tono violeta. Advierte que “no es magia lo que voy a hacer, sino que es herencia de mis abuelos”. Asimismo, los colores de los diseños también se tiñen de la fruta del nogal y el gusano cochinilla, que almacena en ollas de barro que pertenecieron alguna vez a sus abuelos y que superan los 300 años de existencia.
Una herencia que está en peligro de extinción, pues reconoce que las nuevas generaciones no están interesadas en aprender esta práctica. “Es difícil, la macana no es fácil. Hay que poner los hilos en el penco, no dejar que se pudra, lavar todos los días. Y los jóvenes no tienen esa paciencia”. Añade que su esposa Ana Ulloa también lo ayuda. Sus esperanzas ahora recaen en uno de sus hijos, quien está estudiando diseño de textil.
Así, las macanas de José Jiménez conservan un arte ancestral que, si nadie toma la posta, podría morir con él.