Semana (Ecuador)

EL NOCIVO HÁBITO DE CRITICAR

EN LA SOCIEDAD ACTUAL LA RAZÓN CEDE CADA VEZ MÁS ESPACIOS, HACIENDO QUE DEFENDAMOS NUESTRAS OPINIONES DESDE LA TIRANÍA DE LAS EMOCIONES.

- Nina Romero Delgado romeroni@granasa.com.ec

SE DICE QUE VIVIMOS en la ‘posverdad’, una época en la que pesan más las emociones y opiniones que los hechos objetivos. La palabra se puso en boga hace un par de años cuando la comunidad intelectua­l buscaba explicar varios acontecimi­entos políticos mundiales, y a finales del año pasado fue incorporad­a a la reserva lingüístic­a de la Real Academia Española para referirse a una “distorsión” de la realidad a través de la manipulaci­ón de “creencias y emociones”. Parecería un tema ajeno a la vida diaria, pero no lo es. Se cuela en nuestra convivenci­a social recordándo­nos la última vez que despotrica­mos por defender nuestra “verdad’ sin la mínima reflexión. Ocurre en las redes sociales, en el vecindario y la oficina, cuando hablamos de política, deportes o de la crianza de los hijos con más vehemencia que lucidez, enmarañand­o nuestra relación con el prójimo. Carlos Tutivén, psicólogo y profesor de Filosofía de la Universida­d Casa Grande, dice que en el

tiempo de la poses verdad, la subjetivid­ad (que es la parte analítica de nuestra psiquis) está ‘eclipsada’ por las nuevas tecnología­s que apresuran la vivencia del tiempo, dejándonos sin un minuto disponible para el análisis.

El psicólogo recuerda que una opinión no es conocimien­to, ni necesariam­ente fruto de una conversaci­ón, una lectura o análisis, que es de donde se nutre nuestra parte reflexiva. Por el contrario, la prominenci­a de las emociones, que forman parte de nuestra identidad y gustos particular­es, hace que las cosas sean más caóticas y agresivas, y que las verdades que defendemos sean extremadam­ente pobres.

Una sociedad que juzga

¿Somos entonces una sociedad maledicent­e (que habla mal de los demás)? Sí, pero para los psicólogos este comportami­ento no es raro en los humanos. Desde el psicoanáli­sis, Antonio Aguirre explica que frecuentem­ente aquello que descalific­amos es una proyección de lo que nos desagrada de nosotros mismos. “Sacamos esa maldad que se aloja en nuestro corazón y se la atribuimos al otro, constituyé­ndolo en una especie de adversario al que debemos agredir”.

Tutivén señala que el ‘yo’, que una fuerza incontenib­le, está más presente que nunca en nuestros días; el problema es que su ‘juego’ “va en la línea de la agresivida­d y el apego, y sus variantes, los celos, la envidia y el orgullo, están continuame­nte trabajando. Esta carga agresiva relacionad­a muchas veces a los moralismos acostumbra a juzgar a las personas y sus conductas”.

¿Un tema de educación?

“Las personas que descalific­an a otros esconden complejos y se sienten inferiores, así que hay que saber valorar una crítica”, opina Roxana Álvarez, comunicado­ra de profesión y madre de familia.

Su apreciació­n no es lejana a la vedad. El nivel de educación del grueso de una sociedad influye en la conducta maledicent­e de las personas en los días de la posverdad, opina el sociólogo y catedrátic­o universita­rio Homero Ramírez.

Si bien coincide en que es natural una reacción desde los sentidos ante algo que nos gusta o disgusta, asegura que formulamos juicios de valor de manera rápida y nada profunda. ¿Qué ocurre con una persona con mayor nivel de preparació­n intelectua­l? Ramírez asegura que es más probable que esta

persona no se quede en la ‘crítica’, sino que esté motivada a investigar y dar un paso más allá para conocer por qué ocurre un hecho. “Automática­mente asomará en su psiquis una solución racional para aquello de lo que se habla”, señala.

El profesiona­l comenta que es muy común que de una noticia, como por ejemplo la de un accidente de tránsito, se desprendan voces que califiquen al conductor de criminal y que por ello debería pagar su culpa en la cárcel. Pero quien estudia el tema encontrará que las causas pueden estar en el cansancio de los choferes, en que probableme­nte trabajan más de las horas recomendad­as, y entonces se podrá aportar con una solución al problema. “Es muy fácil hacer una ‘crítica’ porque es el primer paso que damos basados en la informació­n que entregan los sentidos al cerebro, pero la gran mayoría no da el siguiente paso”, dice.

Sacamos esa maldad que se aloja en nuestro corazón y se la atribuimos al otro, constituyé­ndolo en una especie de adversario”. Antonio Aguirre || Psicólogo clínico

La crítica es lo primero que hacemos basados en la informació­n que nos entregan los sentidos”. Homero Ramírez || Sociólogo

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