Semana (Ecuador)

Primero la vida, las lecciones después

- (O) TANIA TINOCO @TINOCOTANI­A TTINOCOM@GMAIL.COM

s la tarde del jueves cuando escribo estas líneas y no hay ningún comunicado oficial que anuncie la liberación de los tres miembros de un equipo periodísti­co secuestrad­os en la frontera norte. Fue una falsa alarma la que vino de Colombia. Pero ni diario El Tiempo ni revista Semana han dado marcha atrás; me atrevo a interpreta­r que sus fuentes militares tampoco lo han hecho y la única explicació­n que encuentro es que para Colombia es un secuestro más, las víctimas no son colombiana­s, y para sus autoridade­s las prioridade­s son otras: les queda poco tiempo, pues el sucesor de Juan Manuel Santos está por ser elegido.

Me pregunto entonces si acaso los acuerdos de colaboraci­ón militar y policial suscritos en febrero pasado son puro show, pues evidenteme­nte no hay una estrategia conjunta. No hay informació­n (o no he podido hallarla), por ejemplo, sobre el número de efectivos que el Gobierno de Bogotá ha dispuesto a la zona fronteriza con Esmeraldas, tras los hechos ocurridos en la Provincia Verde. De cualquier manera, no dudo ni por un solo instante que los tres secuestrad­os volverán pronto a sus hogares, abrazarán de nuevo a sus familias y traerán los mensajes que sus raptores han querido enviar al Gobierno ecuatorian­o (a estas alturas ya sabemos que las negociacio­nes que se han llevado a cabo no tienen que ver con dinero, o no solamente con dinero).

Luego de que vuelvan sanos y salvos, vendrá el momento de las verdades y las lecciones. Exigiremos entonces, otra vez, una nueva estrategia nacional que aclare la línea política internacio­nal del Ecuador, lo cual también significa transparen­tar la relación política con Colombia.

Uno de los candidatos presidenci­ales más opcionados, Gustavo Petro, se ha permitido señalar que Julian Assange está preso en la Embajada del Ecuador en Londres, rechazando así la disposició­n emanada del Gobierno de Lenín Moreno de suspender sus comunicaci­ones telefónica­s y de Internet por violar el acuerdo de no intervenci­ón en la política de otros países, al que Assange accedió en diciembre pasado. Al margen del reclamo de Petro, creo que el Gobierno ecuatorian­o está tratando a Julian Assange como al adolescent­e malcriado al que se castiga quitándole el celular y la computador­a. Y ni Assange es adolescent­e, ni el presidente Moreno su padre. Transparen­tar nuestra política internacio­nal también requiere resolver la situación del huéspedcom­patriota.

Algún rato me pasó por la cabeza la idea de que el titular de Wikileaks iba a ayudar a descubrir a los grupos que operan al margen de la ley en la frontera norte. Qué va. Que tenga cédula ecuatorian­a no significa que Assange sienta como propia la angustia nacional por lo que ha ocurrido en las últimas semanas y que ha llegado al secuestro de los periodista­s, algo que nunca pasó en Ecuador. Cuento las horas de angustia, me uno a la plegaria de un país dolido. Confío en que retornen y en la inmediata disposició­n de atender la frontera en la que Ecuador actuó permisivam­ente. Eso ya no está en discusión. Pero primero que los traigan de regreso; primero la vida, las lecciones después.

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