Primero la vida, las lecciones después
s la tarde del jueves cuando escribo estas líneas y no hay ningún comunicado oficial que anuncie la liberación de los tres miembros de un equipo periodístico secuestrados en la frontera norte. Fue una falsa alarma la que vino de Colombia. Pero ni diario El Tiempo ni revista Semana han dado marcha atrás; me atrevo a interpretar que sus fuentes militares tampoco lo han hecho y la única explicación que encuentro es que para Colombia es un secuestro más, las víctimas no son colombianas, y para sus autoridades las prioridades son otras: les queda poco tiempo, pues el sucesor de Juan Manuel Santos está por ser elegido.
Me pregunto entonces si acaso los acuerdos de colaboración militar y policial suscritos en febrero pasado son puro show, pues evidentemente no hay una estrategia conjunta. No hay información (o no he podido hallarla), por ejemplo, sobre el número de efectivos que el Gobierno de Bogotá ha dispuesto a la zona fronteriza con Esmeraldas, tras los hechos ocurridos en la Provincia Verde. De cualquier manera, no dudo ni por un solo instante que los tres secuestrados volverán pronto a sus hogares, abrazarán de nuevo a sus familias y traerán los mensajes que sus raptores han querido enviar al Gobierno ecuatoriano (a estas alturas ya sabemos que las negociaciones que se han llevado a cabo no tienen que ver con dinero, o no solamente con dinero).
Luego de que vuelvan sanos y salvos, vendrá el momento de las verdades y las lecciones. Exigiremos entonces, otra vez, una nueva estrategia nacional que aclare la línea política internacional del Ecuador, lo cual también significa transparentar la relación política con Colombia.
Uno de los candidatos presidenciales más opcionados, Gustavo Petro, se ha permitido señalar que Julian Assange está preso en la Embajada del Ecuador en Londres, rechazando así la disposición emanada del Gobierno de Lenín Moreno de suspender sus comunicaciones telefónicas y de Internet por violar el acuerdo de no intervención en la política de otros países, al que Assange accedió en diciembre pasado. Al margen del reclamo de Petro, creo que el Gobierno ecuatoriano está tratando a Julian Assange como al adolescente malcriado al que se castiga quitándole el celular y la computadora. Y ni Assange es adolescente, ni el presidente Moreno su padre. Transparentar nuestra política internacional también requiere resolver la situación del huéspedcompatriota.
Algún rato me pasó por la cabeza la idea de que el titular de Wikileaks iba a ayudar a descubrir a los grupos que operan al margen de la ley en la frontera norte. Qué va. Que tenga cédula ecuatoriana no significa que Assange sienta como propia la angustia nacional por lo que ha ocurrido en las últimas semanas y que ha llegado al secuestro de los periodistas, algo que nunca pasó en Ecuador. Cuento las horas de angustia, me uno a la plegaria de un país dolido. Confío en que retornen y en la inmediata disposición de atender la frontera en la que Ecuador actuó permisivamente. Eso ya no está en discusión. Pero primero que los traigan de regreso; primero la vida, las lecciones después.