El círculo vicioso que se debe romper
Freddy Bolaños recuerda con añoranza cuando el Banco del Pacífico invertía en el coro y en una banda musical, pero dejó de pasar. Él y su agrupación, la CEN Jazz Ensemble, cuentan con el respaldo del Centro Ecuatoriano Norteamericano. “Los discos, honorarios, transporte... todo nos lo financian. La banda tiene fijas 12 presentaciones cada año”.
“Tenemos la misión, como organización sin fines de lucro, de involucrar las culturas ecuatoriana y norteamericana, y para eso nos sirve difundir este género y darlo a conocer en el país desarrollando nuevas audiencias consumidoras de jazz”, detalla Consuelo Hidalgo, directora cultural del CEN.
En el Teatro Centro de Arte, regentado por la Sociedad Femenina de Cultura, el apoyo al jazz también es una constante, asegura Rosario Delgado, directora de las Escuelas de Arte del Teatro.
“¿Pero y el gobierno qué?”, reclama Fernando Ríos, quien se enamoró del jazz en Nueva York, mientras estudió la universidad. “Cuando volví al país, concretamente a Guayaquil y Quito, empecé a buscar jazz. Casi no hay”.
“No podemos pedirle a la parte privada que prenda el motor, tiene que ser el Estado, el Municipio, el ente gestor. La promoción cultural debe actuar... ¿Pero qué es lo que contratan para un evento masivo, como una fecha cívica o la entrega de una obra? Músicos comerciales, porque quieren agradar al pueblo. No dan cabida a una orquesta sinfónica, a un grupo de jazz, porque tienen miedo de que a la gente no le vaya a gustar. Entonces seguimos en el mismo círculo, que así no se romperá”, recrimina Francisco Echeverría.