Semana (Ecuador)

Jeanine Torbay de Guerrero “Siempre supe que era adoptada”

Los reveses de la vida solo han servido para forjar su carácter. NO SE QUEJA Y AGRADECE A DIOS por la vida que tiene. Actualment­e escribe un libro.

- María Josefa Coronel semana@granasa.com.ec

A JEANINE TORBAY,

durante su etapa escolar, con las caracterís­ticas de esas historias novelescas, una amiguita le lanzó la noticia de que era adoptada; sin embargo, eso no le sembró más dudas que ese par de recuerdos que guardaba en su memoria y no sabía de dónde venían.

“Siempre recordé un par de piernas femeninas muy largas y una ventana de avión. No sabía de dónde ni por qué hasta que, fallecida mi mamá de Ecuador, encontré una foto que captaba el momento de mi llegada al país. En esa gráfica estaba la mujer con la que viajé, una azafata francesa altísima y de piernas largas. Ahí entendí el origen de ese recuerdo y otros que iban convirtién­dose en certezas”. ¿Alguna vez se convirtier­on en traumas?

Mis apellidos fueron un trauma. Llegué con un nombre y aquí me llamaron diferente. Mi padre de Ecuador era tío abuelo de mi mamá de Líbano. Sí, tenía el apellido de mi madre biológica, pero el de la ecuatorian­a no aparecía. Eso sí era una confusión traumática y nadie me daba explicació­n.

El enredo de sus apellidos lo cuenta sonriente. Reconoce con orgullo que la raza árabe desconoce de caídas que aniquilen. Que en lo personal no es mujer de llantos y

Cuando el médico te pregunta si tu mamá es diabética o ha sufrido cáncer necesitas saber de tu familia biológica”. Sin mi esposo no hubiera podido atravesar esta experienci­a”.

por el contrario se considera una mujer durísima. “Puedo sentirme golpeada por algo en particular, pero enseguida me levanto. Estoy agradecida de haber crecido aquí”.

“Conoces entonces a tus padres biológicos? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?”, le pregunto a Jeanine, en combo, como se diría jocosament­e. Resulta inusual encontrars­e con un rostro tan sonriente en medio de una historia de guerra y dolor como la de sus padres, a quienes conoció en el año 2000. Mientras estaba en Alemania con su esposo, decidieron avanzar a Líbano y reunirse con ellos por primera vez.

“Mis padres biológicos están casados y tienen 91 y 92 años, respectiva­mente”, me responde. “Sabía de ellos desde los catorce años. Mi padre de Ecuador me contó que en Líbano vivían en guerra permanente­mente y que él aprovechó una visita que les hizo a mis padres biológicos para traerme”. ¿Traerte? ¿Así nomás?

Mi padre adoptivo también era de Líbano, él se casó con una ecuatorian­a con quien nunca tuvo hijos y de quien se divorció al poco tiempo. Yo la conocía, él me había dejado encargada con ella.

Te adoptó, te entregó a su esposa a la que luego dejó y se fue.

Sí. Lo recuerdo como un buen padre, siempre iba a verme. Viajaba mucho. Su trabajo era en Venezuela.

Volvamos a Líbano. ¿Por qué te eligieron a ti?

Siempre contesto porque era la más guapa (ríe). Somos siete hermanos, cinco mujeres y dos varones. En ese entonces solo éramos seis y yo la última.

¿Volviste a ver a tu mamá cuando fuiste a Líbano?

En realidad ya la había conocido a mis ocho años. A esa edad todo es confuso, yo solo quería jugar, pero sabía que había venido a visitarme. La recuerdo levemente. También conocí a uno de mis hermanos, lo trajo otro libanés y estuvo aquí por tres meses. Fue una linda experienci­a.

¿Supongo que con él la relación es más cercana ahora?

(Jeanine alza su mirada como quien advierte que su respuesta va a sorprender­me) Nos comunicamo­s por señas porque él no habla inglés, francés ni español, pero así nació un especial cariño. Es bondadoso y tierno.

Cuéntanos acerca de esas dos visitas a Líbano. 11 | La primera vez que fui, la guerra ya había terminado. Me recibió un aeropuerto desbaratad­o, lleno de huellas de balas y bombas. Pero el libanés es fuerte y se levanta rápido. Reconstruy­eron las ciudades enseguida con las remesas de su propia gente que emigró. Cuando llegué todos lloraban y yo, de entrada, les dije que no quería saber de llantos ni hablar del pasado porque de lo contrario me iba. Los motivé a estar contentos y les agradecí la oportunida­d de estar allí, ya que pude ver las secuelas de la guerra en mis hermanos.

¿Estas visitas han sido suficiente­s para conocer la historia que los une?

No mucho. Aunque hemos tenido un traductor de inglés, el idioma sigue siendo un impediment­o. Lo más hermoso han sido los gestos y las muestras de cariño.

¿La segunda visita cómo fue?

Fuimos todos. Mi esposo, hijos, yernos y nietos. Ellos vivieron inexplicab­lemente una experienci­a muy emotiva.

¿Inexplicab­lemente?

Uno quiere lo que conoce. No conocí a mis padres tanto como para decir que los quería; sin embargo, mis nietos se echaron a los brazos de sus bisabuelos cuando los vieron.

Y ahora escribes un libro sobre esta historia.

Quiero escribirlo consideran­do el mínimo detalle porque creo que ayudará a personas adoptadas. Hay gente que vive con muchos traumas y se cuestiona tantas cosas. En lugar de lamentarse, deben dar gracias a Dios por la vida que tienen. Y las preguntas que generan tristezas hay que dejarlas ir.

Créditos. Fotos: Juan Faustos. Producción: Gianella Muñoz. Maquillaje: Ericka Borja, IG:@erickamake­upartist. Peinado: Gisella Bardi, IG:@gisellabar­di.

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